Fecha de recepción: 23 de febrero 2017

Fecha de aceptación: 20 de abril 2017



La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en la reconfiguración de la integración regional post-hegemónica

The Community of Latin American and Caribbean States (CELAC) in the reconfiguration of post-hegemonic regional integration


Giuseppe Lo Brutto*

Eduardo Crivelli Minutti**


Artículo de reflexión


* Guiseppe Lo Brutto

Doctor en Economía política y del desarrollo, Profesor-investigador del posgrado en Sociología del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” (ICSyH) de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México (SNI). Coordinador del Grupo de Investigación en Cooperación Sur-Sur e integraciones regionales de la Red Española de Estudios del Desarrollo (GICSS-REEDES). Correo: giuseloby@msn.com


** Eduardo Crivelli Minutti

Licenciado en Relaciones Internacionales por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Magíster en Sociología en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (ICSyH-BUAP). Secretario de la Coordinación del Grupo de Investigación en Cooperación Sur-Sur e integraciones regionales de la Red Española de Estudios del Desarrollo (GICSS-REEDES). Correo: edoardocrivelli@hotmail.com


Resumen

A principios del siglo xxi la constitución de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) fue el reflejo de un nuevo tipo de regionalismo en el que se dibujó un mapa estratégico en clave post-hegemónica. Sin embargo, se trata de un escenario regional cambiante en el que también se reconfiguran las estrategias hegemónicas de las potencias internacionales que tienen intereses en esta zona. Por eso, el objetivo de este trabajo es analizar cómo se inserta la Celac en este contexto regional, en su búsqueda por una mayor autonomía política en el marco de la reconfiguración de las dinámicas económicas globales.

Palabras clave: América Latina y el Caribe, integración regional, Celac, regionalismo post-hegemónico


Abstract

At the beginning of the 21st century, the constitution of the Community of Latin American and Caribbean States (CELAC) was the reflection of a new type of regionalism in which a strategic map was drawn as a post-hegemonic key. However, it is a changing regional scenario in which the hegemonic strategies of the international powers that have interests in this area are also reconfigured. For this reason, the objective of this paper is to analyze how CELAC is inserted in this regional context through its search for a greater political autonomy in the framework of the reconfiguration of the global economic dynamics.

Key Words: Latin America and the Caribbean, regional integration, CELAC, post-hegemonic regionalism.


I. Introducción

La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) como mecanismo intergubernamental de diálogo político, ha sabido concentrar en equilibrio a los treinta y tres países de América Latina y el Caribe (ALyC) para avanzar en su proceso gradual de integración de cara a las pretensiones de dominación hegemónica de distintos actores internacionales en la región.

La Celac surge en un contexto, de formulación de un “nuevo mapa estratégico” impulsado gracias al consenso en torno a un nuevo proyecto post-neoliberal, así como por la voluntad política de dar mayor peso a las relaciones Sur-Sur latinoamericanas. Dicha cartografía condujo a la región hacia una nueva matriz de política exterior de fuerte impronta presidencial que promovió un sistema multipolar en contrapeso a la pretensión estadounidense de establecer un sistema internacional hegemónico en la zona (Sanauja, 2010, p. 98).

No obstante, recientemente ante el discurso y la estrategia del nuevo presidente de los Estados Unidos (EE.UU.) Donald Trump la región ha vuelto a repensar el futuro de las relaciones Sur-Sur en un contexto en el que la reconfiguración de sus intereses comerciales, migratorios y de medio ambiente están cada vez más en entredicho. En ese sentido, el discurso proteccionista y antinmigrante de Trump también ha contribuido a evidenciar la gran necesidad de dar seguimiento y fortalecer a la Celac como el mecanismo de integración regional idóneo para dar respuesta a la nueva situación (Oviedo, 2017).

A la luz de estas consideraciones, el objetivo de este trabajo es analizar cómo se inserta la Celac en un contexto regional cambiante en el que se plantean formas de integración alternativas con miras a obtener mayor autonomía política en el marco de la reconfiguración de las dinámicas económicas globales. Por eso, en este trabajo, se hace en primer lugar, una breve revisión histórica del proceso de integración regional que llevó a ALyC a tener mayor autonomía en el contexto de la economía mundial. En el segundo apartado, se describe el proceso de conformación y desarrollo de la Celac en el contexto latinoamericano y finalmente, se presentan algunas consideraciones finales en torno al papel que este organismo podría jugar en este nuevo escenario cambiante.


II. Hacia una integración regional alternativa del Siglo xxi

El inicio del Siglo xxi encontró a una región latinoamericana y caribeña con gobiernos de diferentes perfiles. Por una parte, había algunos países que miraban a dar continuidad a proyectos neoliberales de fines del siglo anterior, y por otra, se encontraban algunos Estados que cuestionaban el denominado Consenso de Washington, ya sea desde retóricas que apuntaron a la construcción gradual de un supuesto “nuevo socialismo” latinoamericano, o desde un perfil progresista que permitiría convalidar la posibilidad de armonía entre el capital y el trabajo (Slipak 2015, p. 1).

En el segundo caso, los gobiernos progresistas de ALyC buscaron revertir los efectos de un orden neoliberal incapaz de generar desarrollo y favorecieron el ensayo de formas alternativas de integración entre ellos, recuperando de esta forma el rol del Estado bajo las premisas de desarrollo integral, movilización popular y participación ciudadana (Perrotta 2010, p. 72).

En este contexto, surgieron algunas propuestas de integración en ALyC como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), (2004), la cual fue un parteaguas en el esquema de un programa de integración “alternativo”, en clave antiestadounidense, que gira alrededor de las esferas energética, social, económico-comercial y financiera (Benzi 2016, p. 78-91). Así, también se conformó la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) (2008) con el fin de promover la cooperación en el subcontinente y construir una identidad suramericana unificada (Lo Brutto y Crivelli, 2016, p. 108). Al mismo tiempo, retomó mayor peso dentro de los esquemas regionales el Mercado Común del Sur (Mercosur) que vio en la inicial alianza entre Ignacio Lula da Silva y Hugo Chávez un nuevo impulso a las relaciones económicas y comerciales dentro de un nuevo proyecto político antineoliberal.

En este contexto también fue puesta en marcha la Celac en 2011, concentrando por primera vez a todas las naciones de ALyC sin la presencia de los EE.UU. y Canadá. La creación de este organismo regional reflejó sobre todo el claro compromiso de los líderes políticos de la región por generar un espacio de participación y negociación en los ámbitos internacionales y regionales, ante la limitación de opciones en términos de alternativas de relaciones internacionales y economía política acotadas a las perspectivas nacionales (Bizzozero 2011, p. 37-38).1

Por eso, desde una perspectiva teórica, a esta nueva tendencia integradora y de cooperación que surgió con el siglo xxi, que además se encontraba en oposición a la perspectiva del intercambio comercial la década anterior, fue denominada en un primer momento como un regionalismo “post-liberal” (Sanahuja, 2010). Desde esta perspectiva, el regionalismo del siglo xxi, a diferencia del anterior, planteaba un nuevo punto de partida en la dimensión económica y política (internacional, regional, nacional y local), pero también posibilitaba viabilizar respuestas desde el Estado y hacia el mundo externo (Bizzozero, 2011, p. 29).

De este modo, también surgieron nuevas formas de articulación en contra de distintas estructuras de dominación hegemónica en la región (en el ámbito económico, político, social y cultural), lo cual permitió que fuese calificado como un tipo de regionalismo “post-hegemónico”. En otras palabras, esta nueva propuesta teórica permitió comprender mejor la articulación regional en función del rechazo hacia las políticas neoliberales del “consenso de Washington” al mismo tiempo que dio cuenta del fin de una etapa donde operaba un modelo único de integración basado en el plano comercial (Riggirozzi, 2012).

No obstante, la crisis actual del capitalismo global ha erosionado el panorama que había favorecido al fortalecimiento de diversas alianzas Sur-Sur, reconfigurado con ello viejas estrategias de integración panamericanas, en las que los EE.UU. buscan recuperar su hegemonía en la región; en un contexto en el que desde cierta perspectiva, incluso se desbordan los modelos explicativos existentes hasta ese momento. Sin embargo, ante un escenario global y regional incierto, el buen funcionamiento de la Celac podría significar una mayor autonomía política regional y la perdida de la hegemonía de los Estados Unidos en la región.


III. La Celac en el panorama post-hegemónico

Podríamos decir que la Celac fue el resultado más acabado del nuevo panorama post-hegemónico que se gestó en la región, teniendo todavía hoy un peso considerable frente a los cambios políticos en ALyC y en el continente americano.

Este organismo regional se presenta como expresión de las contradicciones entre las necedades regionales de equilibrio inter-estatal y sus propias exigencias de lucha frente a la dominación hegemónica en un mundo cada vez más globalizado.

Por eso, a través de las distintas reuniones periódicas de los Jefes y Jefas de Estado y de Gobierno de la región, la Celac se ha ido consolidando, retomando en sus cumbres los temas más acuciantes para el hemisferio latinoamericano en el contexto de la economía mundial.

En ese sentido, con la Declaración de Caracas, en el marco de su I Cumbre (Caracas-2011), quedó constituido de manera oficial y definitiva a este organismo de integración regional, y a este acto siguió la i Cumbre Celac-Unión Europea (UE) (2012) donde la los países de la región fueron representados por primera vez en un diálogo directo interregional;2 la ii Cumbre (La Habana-2013) otorgó su presidencia pro tempore a Cuba, respaldando el apoyo de la región a la isla.

Las estrechas relaciones que se fueron consolidando entre China y ALyC dieron lugar al Primer Foro Celac-China (2015) abriendo el abanico de posibilidades para aumentar los vínculos con el país asiático. Asimismo, la ii Cumbre Celac-UE (Bélgica-2015) tuvo el propósito de fortalecer las relaciones birregionales entre ambos continentes (Delegación de la Unión Europea en Chile 2015).

En la iii Cumbre (Costa Rica-2015) se aplaudió el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y los EE.UU. y el acercamiento regional con China como uno de los logros más relevantes de esta organización; para la iv Cumbre (Quito-2016) se trataron temas relacionados con la seguridad alimentaria, el narcotráfico, la migrantes, desarrollo energético y medio ambiente (Celac 2016).

Recientemente, en la v Cumbre (Punta Cana-2017) se hizo un llamado a la integración en un contexto cambiante para la región derivado principalmente de la llegada de Donald Trump como nuevo presidente de los EE.UU. En este sentido, la Celac podría jugar un papel importante como organismo en la que participan los 33 países latinoamericanos que podría otorgarle a la región mayor autonomía frente a las políticas económicas y comerciales que quieren impulsar por un lado los EE.UU. y por otro China.

No obstante, a nivel interno, los principales promotores del regionalismo post-liberal de la década precedente han perdido considerable influencia y enfrentan sus propias crisis internas. No es un dato menor que los presidentes Michel Temer (Brasil), Mauricio Macri (Argentina), Enrique Peña Nieto (México) y la presidenta Michelle Bachelet (Chile) estuvieran ausentes en la v Cumbre de Jefes y Jefas de Estado de este organismo. Esto puede ser un indicio del giro de timón en lo que respecta hacia las relaciones extra- regionales de estos países que han dejado en un segundo plano las relaciones a nivel latinoamericano (Pagliarone, 2017). Por ello, consideramos que la voluntad política de los mandatarios latinoamericanos y caribeños es la clave para fragmentar o integrar agendas y, en ese sentido, el futuro de la Celac dependerá en muchos aspectos de ello, sin dejar de lado la coyuntura del sistema internacional.


IV. La Celac frente a un escenario cambiante

La Celac emerge en medio de la desaceleración del crecimiento económico de las potencias occidentales hegemónicas tradicionales, al mismo tiempo, que nuevos actores como los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) tomaban un peso cada vez más destacado en la economía mundial. En este escenario, China, por ejemplo, venía expandiéndose a una tasa promedio superior a 10% anual, incluso hasta 14% en 2007, India crecía en promedio 8%, Rusia 5%, Brasil y Sudáfrica cerca de 4%. En comparación, los países del G-7 (Alemania, Canadá, EE.UU. Francia, Italia, Japón y Reino Unido) crecieron a una tasa promedio de 1,4% en el mismo período.

Dicho escenario también desató un debate sobre la “decadencia de Occidente” y el “ascenso del resto”, en el que el papel histórico de las “potencias emergentes” tomó nuevos significados a la hora de entender las relaciones internacionales a partir de la Cooperación Sur-Sur (CSS), ya sea en función del mutuo beneficio alcanzado entre los países de la región o en la manifestación de la búsqueda de su “interés nacional” (Gray y Gills, 2016, p. 557).3

Sin embargo, desde 2011, los tres grandes factores que propulsaron el crecimiento de dichas potencias emergentes empezaron a revertirse debido principalmente a que los precios de las materias primas, que subieron casi 80% entre 1999 y 2001, cayeron a sus niveles más bajos en una década, además el crecimiento del comercio mundial de cerca de 7% anual registrado entre el 2005 y 2011, descendió a alrededor de 2% para el año 2016. De igual forma, la economía China, el principal motor de la expansión de las potencias emergentes, registró en 2015 su menor tasa de crecimiento en 25 años, de 6,9%. En resumen, el aporte colectivo de los BRICS al crecimiento global cayó desde un nivel máximo de 50% en 2013 a 36% en la en 2016 (Talley, 2016).

Del mismo modo, también el comercio exterior de la región latinoamericana y caribeña, ha registrado a partir del 2016 su peor desempeño en ocho décadas, ya que desde este año el valor de las exportaciones de la región cayó por cuarto año consecutivo (-5%) debido al menor dinamismo de la demanda mundial por sus productos y la creciente incertidumbre, aunque esta baja es sustancialmente menor a la de 2015 (-15%). Por su parte, las importaciones se reducirán en 9,4%, cifra similar a la registrada en 2015 (-10%) (Cepal, 2016b).

Esta dinámica comercial, en cierta medida, también es reflejo de importantes cambios en los gobiernos latinoamericanos que inclinaron la balanza política hacia la derecha, desestabilizando los esquema de integración regional impulsados por la izquierda en el poder. Y aunque la fortaleza de la Celac es su consolidación en la convergencia de distintas orientaciones políticas e ideológicas frente a problemas comunes globales, la nueva senda de la integración regional parece perfilarse hacia la recomposición de estrategias neo-panamericanas. En este esquema los tratados bilaterales entre los EE.UU. y los países latinoamericanos tienen una importancia significativa.

Si bien, la Celac ha tenido logros importantes en el terreno político frente a los EE.UU., por ejemplo, al posicionar el caso de Cuba4 como una de sus principales preocupaciones para su agenda, en el plano comercial, la situación es más compleja. La mayoría de los países de la región siguen manteniendo a los EE.UU. como su principal cliente y esto genera una profunda preocupación y reflexión sobre el acercamiento de ALyC con otras potencias económicas emergentes como China.

Los EE. UU. no están dispuestos a renunciar a su hegemonía regional, sobre todo por su carácter de “influencia natural” en el continente americano. De acuerdo con un estudio, elaborado por la Oficina de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en 2013, la región latinoamericana y caribeña representó el 22% del comercio exterior de los EE.UU., sólo precedido por Asia que sumo el 28,8% y sucedida por la Unión Europea con 17,0%. En este contexto, ALyC representa una quinta parte del comercio exterior de los EE.UU. ya que los países de esta región sumaron en conjunto el 24,9% del total de las exportaciones del país norteamericano y 19,2% del total de sus importaciones. Además, las exportaciones de esta región hacia los EE.UU. incluyen mayor variedad de productos (4.808) que las dirigidas a la Unión Europea (4.395) o a Asia (3.963). Del conjunto de las importaciones de los EE.UU. desde ALyC, cabe destacar que el 70% procedieron de México.

Asimismo, en la última década, alrededor de un tercio de la inversión extranjera directa en AlyC procedió de los EE.UU. que además continúa siendo el principal país inversor extranjero en México (32%), Centroamérica (30%) y Colombia (18%), según datos de 2014 (Cepal, 2016a). Por eso, actualmente, la Celac busca más que nunca responder a los cambios estructurales del sistema internacional, y no solo al cambio en el comportamiento de los agentes de dicha estructura. Esto quiere decir que la “autodefinición consciente” de los países latinoamericanos y caribeños debe ser acompañada por el impulso de nuevos esquemas de desarrollo a partir de experiencias autogeneradas que al mismo tiempo generen y refuercen su propia identidad.

El reajuste del poder económico de los EE.UU. y su enfrentamiento con el posicionamiento de China en ALyC es otra cuestión central para la Celac. Si bien, las relaciones entre China y los países de ALyC no son nuevas, si lo es su intensificación durante la última década. A través de una estrategia de “ascenso pacífico”, el gobierno de Bejín ha verificado una creciente relación de competencia por la influencia política y económica en la región, desatando el debate y las desconfianzas sobre sus verdaderas intenciones, al mismo tiempo que genera esperanzas para generar una dinámica que permita el mutuo desarrollo (Ayllón y Emmerich, 2015). En 2016, China ya desplazó a la Unión Europea como segundo socio comercial ALyC y se estima que para el año 2025 será el principal socio comercial de la región desplazando de este puesto a lo EE.UU. (PUCV, 2017).

Para finales de 2009, China se convirtió en el primer socio comercial de Brasil y en 2013 de Uruguay, superando por primera vez a los EE.UU en este sentido. La presencia China en la región también fue recibida con buenos ojos por los gobiernos de Argentina, Bolivia, Ecuador, Paraguay y Venezuela que vieron en el gigante asiático una punta de lanza para el desarrollo de sus proyectos geoeconómicos. Además, China representa el segundo socio comercial para México y tiene creciente importancia en Centro América y los países de la cuenca del pacífico.

Cabe recordar que en el marco del Foro Celac-China en Beijing, se aprobó un ambicioso Plan de Cooperación para el período 2015-2019 que pretendía alcanzar los 500 000 millones de dólares de intercambio comercial bilateral hacia 2025, y llegar a un stock de inversiones recíprocas de al menos 250 000 millones de dólares para el mismo año. Las exportaciones latinoamericanas y caribeñas mantienen con China una fuerte concentración de materias primas como el hierro, el cobre, la soja y el petróleo, que representaron el 69% del valor total exportado hacia el país asiático en 2015 (Cepal, 2016c).

El comercio de bienes entre América Latina y el Caribe y China se multiplicó 23 veces entre 2000 y 2013, y para el año 2015, la participación de China en las exportaciones regionales pasó del 1% al 10%, y en las importaciones del 2% al 18%. Sin embargo, entre 2013 y 2015 el valor de las exportaciones de la región a China también cayó un 23%, debido principalmente a la desaceleración del crecimiento del país asiático, lo que ha repercutido en una menor demanda y pronunciados descensos de los precios de las materias primas que componen las exportaciones regionales hacia China. Los principales exportadores de la región hacia China registraron descensos del valor de sus envíos entre 2013 y 2015, destacando las fuertes caídas de los envíos de Brasil, Chile y México, que conjuntamente representaron el 70% del valor de las exportaciones totales de la región a China en 2015 (Cepal, 2016c).

La apertura de las relaciones comerciales y diplomáticas con China también conllevó a un enclave de desarrollo y dependencia neo-extractivita que dibujaron un panorama latinoamericano con dificultades para el establecimiento de consensos en el campo de la integración regional. Aunque ALyC posee los recursos necesarios para consolidar su autonomía en un sentido geoestratégico, sigue sin poseer la fortaleza estructural para lograr cambiar los esquemas de desarrollo hegemónicos propuestos por los EE.UU. en el marco de las oportunidades de diversificación comercial que de manera similar ofrece el gobierno chino.


V. Consideraciones finales: hacia donde se dirige la Celac

El regionalismo post-liberal o post-hegemónico surge a la par de las expresiones intergubernamentales en la región latinoamericana y caribeña que -como bloques unificados- rechazaban abiertamente las políticas neoliberales del “consenso de Washington”, lo cual reconfiguró y diversificó las relaciones intrarregionales, pero también el reposicionamiento de esta región en el escenario internacional.

Dejando atrás la tutela estadounidense, la Celac ha conseguido logros importantes para la región, los cuales pueden ser considerados a partir de tres dimensiones relevantes vinculadas a (1) su política, (2) su estructura, y (3) su funcionalidad (Ayllón 2015, p. 19-23).

En primer lugar, en cuanto a su dimensión política adquiere un carácter simbólico y el profundo sentido emancipador que tuvo su creación, al agrupar a los treinta y tres países latinoamericanos y caribeños bajo el lema “Unidad en la diversidad”, con la exclusión deliberada de los EE.UU. y Canadá. El impulso que la Celac otorga a éste permite que los 600 millones de habitantes de ALyC se articulen sobre la base del consenso en un esquema de solidaridad y complementariedad.

La segunda dimensión está vinculada a su estructura orgánico-formal, la cual parte del hecho que la Celac reconfigura el proceso de concertación de los países de la región, que sin importar su inclinación política, fomenta el desarrollo de las capacidades nacionales y regionales con el fin de avanzar en diferentes direcciones hacia una mayor prosperidad y bienestar de los pueblos latinoamericanos y caribeños. Por ello, el hecho de que China gradualmente dispute la primacía hegemónica global a los EE.UU. es visto por los gobiernos de la región (sin importar su perfil político), como “una ventana de oportunidad” en la (re)fundación de un orden mundial nuevo de carácter multipolar y más justo (Slipak, 2015, p. 5).

La tercera dimensión está vinculada a su funcionalidad, como un espacio privilegiado para el debate, la coordinación, la cooperación intrarregional y la articulación de consensos. Desde este punto de vista, se comprende que la Celac actúe con firmeza en las reconfiguraciones de las relaciones Norte-Sur fomentando la CSS como eje del cambio político que pretende superar las tenciones y limar asimetrías entre los países miembros con miras a mejorar la inserción de la región en el complejo y cambiante sistema internacional.

Sin embargo, en el marco de un escenario regional cambiante, se espera que a diferencia de otros modelos de este tipo, la Celac fortalezca el proceso de integración regional a través del fomento de relaciones económicas y políticas entre los países de la región con miras a posicionarse mejor en el panorama económico global.

Así, pues, aunque en el escenario actual, cada país deberá prever las consecuencias que derivan de la tensión generada por las medidas proteccionistas y antinmigración que está adoptando el nuevo gobierno de los EE.UU., la región latinoamericana y caribeña debe refrendar su compromiso de concentrar sus fuerzas para actuar con firmeza como bloque ante este tipo de situaciones. Una vez más el dialogo político y los acuerdos comerciales con otros países y regiones, toman un papel decisivo en la construcción de nuevos espacios que otorgan mayor autonomía en la región latinoamericana y caribeña ante las reconfiguraciones hegemónicas globales.


Referencias

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1 El antecedente directo de la Celac se remite al 18 de diciembre de 1986, cuando fue creado por la Declaración de Río de Janeiro el Mecanismo Permanente de Consulta y Concertación Política, mejor conocido como Grupo de Río, el cual fue suscrito inicialmente por Argentina, Brasil, Colombia, México, Panamá, Perú, Uruguay y Venezuela con el propósito de crear una plataforma de consulta y concertación política que llegó a contar con 24 países firmantes de ALyC, realizando reuniones anuales entre los jefes de Estado y de Gobierno para generar un espacio de diálogo y mediación de intereses en la región (Altaman 2007, p. 17). El Grupo de Río fue disuelto en el marco de su xxi Cumbre, llamada Cumbre de la unidad de América Latina y el Caribe, celebrada los días 22 y 23 de febrero del 2010 en Playa del Carmen, México, dando lugar de esta forma a la Celac como organismo heredero de los cometidos de dicho grupo (Santos Villareal 2010, p. 53).

2 Como antecedente a este hecho, en el año 1994 en el marco de la VI Cumbre Iberoamericana, el entonces Presidente de España Felipe González, hizo declaraciones sobre la posibilidad de celebrar una Cumbre entre la UE y ALC. En este contexto, la I Cumbre de Jefes y Jefas de Estado y de Gobierno de América Latina y el Caribe-Unión Europea (ALC-UE) se celebró en Río de Janeiro, Brasil, en junio de 1999, dando prioridad al fortalecimiento de las relaciones en los ámbitos político, económico y de cooperación, con base en los valores compartidos y en la profunda herencia cultural compartida entre ambas partes. Por eso, una vez instituida la Celac, ésta pasó a representar a la región de ALC y la IV Cumbre ALC-UE paso a ser la I Cumbre Celac-UE (Navarro Hoyos 2010, p. 129).

3 Cabe destacar que la política y las instituciones nacionales, en particular el Estado, fueron por mucho tiempo consideradas un obstáculo para la integración regional latinoamericana, pero el esfuerzo por recuperar el potencial de desarrollo de ALyC es la manifestación clara de un cambio histórico, es decir, un “cambio de era”, en el que se argumenta que las estructuras institucionales alternativas y proyectos de cooperación, aunque embrionarias, forman parte de toda una serie de ideas alternativas y nuevas motivaciones políticas en la región que han permitido redescubrir el espacio regional como un espacio de discusión y acción colectiva (Riggiorizzi 2012, p.131).

4 Cabe recordar, que en 1962 Cuba fue expulsada de la OEA por órdenes de los EE.UU. ya que la Resolución vi, adoptada en su Octava Cumbre, realizada en Punta del Este (Uruguay), precisaba que la adhesión al marxismo-leninismo era incompatible con el sistema interamericano y que el alineamiento con el bloque comunista rompía la unidad y solidaridad continental (Consejo Permanente de la OEA 2003, p. 2). La isla fue reintegrada al ámbito latinoamericano a través de la Celac al mismo tiempo que se le otorgó le Presidencia Pro Tempore de este organismo, el máximo reconocimiento diplomático regional, lo cual fue una clara señal hacia los EE. UU. para que revisaran su política hacia Cuba, anclada en la Guerra Fría, pues además Washington mantenía un embargo comercial a la isla desde hace medio siglo (La Nación, 2014).