Ayuda externa en Bolivia (2006-2019): el período post-neoliberal

Foreign Aid in Bolivia (2006-2019): The Post-Neoliberal Period

Fernando de la Cruz Prego 1

Cómo citar:

De la Cruz, F. (2020). Ayuda externa en Bolivia (2006-2019): el período post-neoliberal. Revista Internacional de Cooperación y Desarrollo. 7(1).139-155

DOI 10.21500/23825014.4579

Copyright: © 2020

Revista Internacional de Cooperación y Desarrollo.

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Tipo de artículo: Artículo Resultado de Investigación

Recibido: febrero de 2020

Revisado: abril 2020

Aceptado: mayo de 2020

Autor

1 Responsable de finanzas públicas en el Programa EUROsociAL+ de la Comisión Europea coordinado por FIIAPP. Doctor en Estudios del desarrollo por la UNED.

Correo electrónico: fernando.delacruz@fiiapp.es

ORCID: 0000-0003-1387-1828

Resumen

Tras las dos décadas de alta dependencia de la ayuda internacional en Bolivia, la llegada de Evo Morales a la Presidencia supuso una transformación estructural del papel de la ayuda externa en el desarrollo del país. Estas transformaciones se produjeron en varios niveles. Primero, gracias a una macroeconómica estable y a un sector fiscal saneado se redujo significativamente el peso de la ayuda sobre el PIB y los presupuestos públicos. Segundo, se dio preferencia a instrumentos de crédito concesional sin condicionalidades de tipo político, priorizando que se alineasen con las prioridades nacionales en los sectores de desarrollo energético, infraestructuras y políticas sociales. Tercero, la composición de la ayuda pasó de concentrarse en donantes en la órbita de Washington (USAID, FMI y BM) a centrarse en donantes “pragmáticos”, como el BID, la CAF y la UE, así como en nuevos donantes como Brasil, Venezuela y China, en el marco de la cooperación Sur-Sur de los países emergentes.

Palabras clave: Bolivia; Evo Morales; MAS; ayuda externa; post-neoliberal.

Summary

After two decades of high dependence on international aid in Bolivia, the arrival of Evo Morales to the Presidency meant a structural transformation of the role of foreign aid in the development of the country. These transformations occurred on several levels. First, thanks to a stable macroeconomic economy and a healthy fiscal sector, the weight of aid on GDP and public budgets was significantly reduced. Second, preference was given to concessional credit instruments without political conditionalities, prioritizing their alignment with national priorities in the sectors of energy development, infrastructure, and social policies. Third, the composition of aid shifted from focusing on donors in the Washington orbit (USAID, IMF and WB) to focusing on “pragmatic” donors, such as the IDB, CAF and the EU, as well as new donors such as Brazil. Venezuela and China, within the framework of South-South cooperation of emerging countries.

Keywords: Bolivia; Evo Morales; MAS; Foreign aid; post-neoliberal.

I. Introducción

Durante dos décadas la ayuda externa fue una variable clave para entender las dinámicas políticas, económicas y sociales en Bolivia. Sus principales financiadores, los Estados Unidos de América (EUA), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) proveyeron cuantiosos recursos al país en forma de créditos concesionales. A cambio de estas ayudas, los donantes fijaron una serie de condicionalidades en materia de política económica, de marcado corte neoliberal, que determinaron en gran medida el modelo de desarrollo boliviano, así como las dinámicas de economía política del país.

Sin embargo, con la llegada de Evo Morales a la Presidencia del gobierno, este modelo de relaciones se reequilibró. La Nueva Constitución Política del Estado (NCPE), los decretos de nacionalización del gas y el nuevo modelo de desarrollo del “Buen Vivir” sentaron los pilares de un nuevo país, que fijaba la centralidad del concepto de “soberanía nacional” como contraposición a las excesivas influencias externas del período neoliberal. Así, las nuevas relaciones Estado-donantes estuvieron regidas por el liderazgo del primero y por el alineamiento de los segundos en el marco de las prioridades nacionales de desarrollo.

En paralelo, la comunidad donante fue evolucionando en función de las distintas dinámicas internacionales, regionales y nacionales; lo que tuvo como resultado la emergencia de nuevos donantes, como China o Venezuela, y la desaparición de otros, como Estados Unidos o el Fondo Monetario Internacional. Asimismo, la evolución de las relaciones y alianzas estratégicas en la región jugaron un papel destacado, especialmente las derivadas de la conformación del histórico bloque progresista-bolivariano, que aglutinaba a socios y vecinos clave para Bolivia, como el Brasil de Lula o la Argentina kirshcnerista.

Esta combinación de cambios domésticos y dinámicas externas será la que cristalice en un nuevo sistema de ayuda externa en Bolivia.

Este trabajo tiene por objetivo describir cuáles fueron estas trasformaciones estructurales en el sistema de ayuda externa durante los gobiernos liderados por Evo Morales. Para ello, el trabajo se constituirá en cuatro partes. La primera realiza un repaso de la literatura sobre el estado de la cuestión. La segunda presenta el marco conceptual y analítico que estructurará el análisis. La tercera parte presenta los resultados del análisis, que se subdividen en cuatro apartados, el primero dedicado al análisis de la demanda boliviana, el segundo a la oferta de los donantes, el tercero a describir los principales rasgos del nuevo sistema, y el cuarto y último se centra en el impacto del nuevo sistema en términos de desarrollo. La cuarta parte sintetiza las principales conclusiones del estudio.

II. Estado de la cuestión

Según el Banco Mundial (2020a), en las dos décadas que precedieron a la llegada de Evo Morales a la Presidencia, Bolivia ingresó más de doce mil millones de dólares en forma de ayuda externa. Estos recursos tuvieron un peso sobre el PIB de un 10% de media anual y del 50% en el caso de la inversión pública anual. El importante peso de la ayuda financiera otorgó a los donantes un papel destacado en el diseño de las reformas políticas de la época. Estas políticas, orientadas a la estabilización y el ajuste estructural tuvieron altos costes sociales, especialmente en su primera fase, y escasos resultados macroeconómicos, caracterizándose por un parco crecimiento económico de un 0,5% anual. No obstante, estos programas permitieron estabilizar la balanza de pagos boliviana, que en 1985 mostraba una trasferencia de recursos al exterior de más del 8,5% del PIB, así como del nivel de precios, que había llegado a alcanzar ese mismo año una tasa de inflación anual del 8.170 (De la Cruz 2010).

En este marco, el estudio de la ayuda externa en Bolivia ganó notoriedad en las décadas de los ochenta y noventa como resultado de la masiva entrada de fondos de ayuda internacional en el país andino durante la crisis financiera de principios de los ochenta (Banco Mundial y BID, 2003). Diversos estudios abordaron la ayuda externa como objeto de estudio desde su vertiente político-institucional, en relación con los objetivos y las condicionalidades de los organismos internacionales vinculadas al ajuste estructural (Morales, 1994; CEDLA, 2000), así como desde la perspectiva de la evaluación de los impactos macroeconómicos de la ayuda (Evia y Likke, 2003). También abordaron el tema los informes y evaluaciones de los propios organismos internacionales, que resultan de interés por su tono crítico y sus lecciones aprendidas, así como por alimentar la nueva agenda de desarrollo a nivel internacional (VIPFE, 1998, Banco Mundial, 1999, FMI, 2005)

El grueso de estos estudios partía de los enfoques internacionales en boga en materia de análisis de la ayuda. Destacaban, primero, las críticas desde la economía política a los planteamientos de los organismos internacionales fundamentados en el Decálogo neoliberal del Consenso de Washington y la necesidad de readaptar las estrategias tanto en el plano institucional como social (Mosley et al., 1991; Burki y Perry, 1998; Stiglitz, 2003). Y segundo, los estudios econométricos sobre la eficacia de la ayuda (Burnside y Dollar, 2000) y la dependencia de la ayuda (Bräutigam, 2000). Los primeros centrados en los factores determinantes del impacto de la ayuda y los segundos orientados a los efectos perniciosos de la ayuda sobre la institucionalidad de los países receptores.

Con la llegada al poder de Evo Morales, el foco de las investigaciones se centró en dos ámbitos. Primero, en el análisis desde el enfoque de la “dependencia de la ayuda” sobre el cambio del modelo aplicado por el MAS, que mostraba una progresiva sustitución de la ayuda por la inversión pública (Rodríguez-Carmona, 2008). Y segundo, desde el enfoque político, sobre la creciente presencia de nuevos donantes, como Brasil y Venezuela en el ámbito regional (Benzi et al., 2014) y China en el ámbito internacional (Erthal y Neto, 2013). Este último punto ha sido ampliamente abordado por la literatura, señalando algunas de las especificidades nacionales de la cooperación Sur-Sur. En el caso chino por su enfoque hacia el cambio estructural (Domínguez, 2017), en el venezolano por su orientación hacia la cooperación energética (Ojeda, 2010) y en el brasileño por su proyección contra-hegemónica en la región (Pino y Leite, 2010).

En resumen, como han señalado Alonso et al. (2018), en las últimas décadas el sistema de cooperación internacional para el desarrollo ha sufrido cambios de calado, que suponen una reconfiguración de sus principales actores, así como transformaciones en las modalidades e instrumentos en su provisión, y que tienen impactos diferenciados en los distintos países receptores. Este trabajo trata de abordar algunas de estas nuevas dinámicas para el caso boliviano.

III. Marco analítico del sistema de ayuda en Bolivia

Antes de iniciar el análisis se realizan dos precisiones. La primera, de carácter conceptual, respecto al objeto de análisis: el sistema de ayuda externa en Bolivia. El concepto de ayuda externa ofrece una visión más amplia, que el concepto restringido de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), de las interacciones entre Bolivia y sus socios internacionales. Generalmente, la AOD ha sido el concepto más utilizado para medir y evaluar las relaciones de solidaridad entre países. Sin embargo, este concepto limita significativamente el alcance de estas relaciones, reduciéndolas a las contribuciones “altruistas” y “orientadas al desarrollo” (excluyendo todo lo relacionado con relaciones comerciales, financieras, monetarias, e incluso militares). Además, el concepto de AOD también limita la contabilización de determinados créditos en función de su grado de concesionalidad. Para corregir algunas de estas limitaciones, desde hace unos años el CAD-OCDE viene trabajando con el concepto ampliado de Apoyo Oficial Total al Desarrollo Sostenible (AOTDS), que permite incorporar nuevas fuentes de financiación, así como otros objetos de la financiación más allá del desarrollo (Alonso et al. 2018).

En cualquier caso, estos conceptos siguen dejando por fuera del análisis, múltiples dinámicas y montos de ayuda, que conviene tomar en consideración para un análisis integral del fenómeno de las relaciones de cooperación entre países. En este sentido, resulta de mayor utilidad el uso del concepto de “ayuda externa”, que permite una visión menos constreñida, en línea con la argumentación de Sanahuja (1996). Además, este enfoque conceptual es necesario complementarlo con la idea de “cooperación internacional al desarrollo” que permite incorporar al análisis todas aquellas dimensiones que van más allá del concepto clásico de “desarrollo”, asociado al “desarrollo económico”, como las dimensiones comercial, económica o militar, entre otras.

El segundo elemento que conviene clarificar hace referencia al marco analítico que adoptará el estudio. Se parte de un marco teórico de la economía política internacional, en el cual la ayuda externa se aborda desde dos dimensiones integradas: la dimensión política y la económica (Sanahuja, 1996). En este sentido, el enfoque de economía política internacional buscará una comprensión integral de ambas dimensiones, de manera que se extraigan conclusiones entorno a sus interacciones y cómo estas modulan los equilibrios entre Estado y mercado, poder político y riqueza económica, y fuerzas domésticas e intereses internacionales. Así, la dimensión política se centra en los objetivos, intereses, estrategias, y naturaleza de la ayuda por parte de los distintos actores; mientras que la dimensión económica pone el foco en los impactos de la ayuda. Este impacto puede restringirse a elementos de carácter desarrollista (macroeconómicos, sociales o medioambientales), pero también a impactos en otros ámbitos, como pueden ser los institucionales, políticos o geopolíticos (De la Cruz, 2010).

Siguiendo esta lógica, se presenta la Figura 1, que estructura el análisis del sistema de ayuda externa, de la siguiente manera. Primero, el análisis parte del supuesto de que el sistema de ayuda es el resultado de la negociación entre las demandas de los receptores y las ofertas de los donantes (De la Cruz, 2010). Ambas se definen por su coyuntura, sus necesidades y objetivos, y en el caso de los donantes además se suman algunas de las características específicas de sus formatos y orientaciones en la provisión de la ayuda. Este cruce tiene como resultado el sistema de ayuda externa, que se definirá por una serie de características (volumen, intensidad, actores, condicionalidades, instrumentos, etc.). Finalmente, el sistema de ayuda tendrá unos impactos en el país (macroeconómicos, sociales, etc.), los cuales, a su vez, retroalimentarán las nuevas demandas del receptor y las ofertas de los donantes, cerrando así el círculo en la construcción y actualización del sistema de ayuda.

Figura 1. Marco analítico del ciclo de construcción política e impacto del sistema de ayuda externa 

Fuente: De la Cruz (2010)

IV. La oferta del MAS: soberanía nacional y “Vivir Bien”

El planteamiento del Movimiento al Socialismo (MAS) respecto de la ayuda externa se asentó en dos conceptos clave. El primero fue el de la subordinación de toda relación externa a la soberanía nacional, es decir, toda institución, empresa o país que operase en Bolivia tenía que alinearse a las leyes, instituciones y políticas que se habían dado el conjunto de ciudadanos bolivianos. El segundo concepto fue el del nuevo modelo de desarrollo del “Vivir Bien”, que rompía con las lógicas neoliberales y otorgaba al Estado la dirección de las políticas económicas, sociales y culturales del país; además de recuperar la propiedad pública de los recursos estratégicos, como el gas y el litio. Por tanto, los donantes que quisieran operar en Bolivia estaban obligados a acatar las directrices desarrollistas del gobierno, a enmarcar su acción en el nuevo modelo de desarrollo y a hacerlo según la definición de prioridades del Estado (MPD, 2006).

No obstante, para entender con mayor profundidad el porqué de estos dos conceptos clave en la política exterior y de cooperación del nuevo gobierno, y por tanto la transformación del modelo de ayuda externa en el país, es necesario entender los antecedentes del país en su relación con el exterior y con los proveedores de ayuda externa. Durante dos décadas, esta relación se caracterizó por una extraordinaria dependencia de los sucesivos gobiernos bolivianos respecto de la ayuda internacional. En el año 1985 Bolivia se encontraba en una doble crisis de hiperinflación y deuda externa fruto de la caída de precios internacionales de sus principales exportaciones y de un sector público fiscalmente sobredimensionado. Para atajar la inestabilidad política y económica se aprobó el Decreto Supremo 21060 de “Nueva Política Económica” con el objetivo de estabilizar la economía y sentar los pilares de un nuevo modelo de desarrollo. El papel de los organismos internacionales y de la ayuda norteamericana fue determinante en el diseño, implementación y financiación de este nuevo modelo de política económica (Morales 1994).

A lo largo de las siguientes dos décadas (1985-2005) la ayuda externa supuso más de un 10% del PIB boliviano y los presupuestos ministeriales dependían en más de un 50% de esta ayuda para desplegar sus políticas públicas. Así, entre el FMI, el BM y USAID controlaban más del 75% de la ayuda que llegaba a Bolivia en forma de créditos blandos. Estos créditos se condicionaban a la implementación de determinadas políticas económicas, que tuvieron dos fases, una primera enfocada a la estabilización económica y el ajuste estructural, y una segunda de reformas de segunda generación, centradas en la privatización, el desarrollo de infraestructuras y la promoción de la calidad institucional (De la Cruz, 2010).

Los resultados de estas políticas fueron desiguales. Por un lado, se consiguió una rápida estabilización de la economía, los precios se moderaron, la deuda externa se renegoció en el marco del Club de Paris, y el déficit público y comercial volvió a niveles sostenibles. Sin embargo, el desmontaje del Estado y la privatización de las industrias públicas no produjo los efectos deseados, ofreciendo parcos crecimientos económicos, de entorno al 2% de media anual, y sobre todo, una profunda crisis social, que duplicó los niveles de pobreza, desigualad y desempleo (Morales, 1994). Esta crisis social fue derivando en una crisis de legitimidad política y finalmente de gobernabilidad con múltiples levantamientos populares (Mosley, 1991).

Fue en este contexto que comenzaron a cristalizar los discursos anti-imperialistas y anti-neoliberales del MAS. Estos discursos incluían, además de las recurrentes críticas a las clases dirigentes bolivianas, una narrativa que asociaba el deterioro económico y social del país con las fuerzas externas que gobernaban el país. Estas fuerzas externas hacían referencia, tanto a la injerencia política de los programas del FMI, el Banco Mundial y las agencias estadounidenses, como a las diferentes multinacionales que operaban y explotaban los recursos naturales del país. Este diagnóstico de la situación, que incorporó el MAS a su programa político, moldeó buena parte de su enfoque a las políticas económicas a aplicar en el país, respecto a la soberanía nacional y los recursos naturales, así como sobre el papel que debía jugar la cooperación internacional en materia de desarrollo y política económica (MPD, 2006).

En el año 2006 Evo Morales llegó a la Presidencia del país para implementar buen aparte de estas políticas y también el nuevo enfoque respecto a la ayuda internacional. Las siguientes declaraciones del presidente Evo Morales, el día de asunción de la Presidencia, y de Juan Ramón Quintana, Ministro de Presidencia, son una clara muestra de sus planteamientos respecto a los donantes y a las políticas neoliberales:

Las luchas por el agua, por la coca, por el gas natural nos han traído hasta acá, hermanas y hermanos. Hay que reconocer que estas políticas equivocadas, erradas, interesadas -con nuestros recursos naturales subastados y los servicios básicos privatizados- contribuyeron a generar conciencia en el pueblo boliviano. Estamos en la obligación de cambiar estas políticas. Estas políticas económicas implementadas por instrucciones externas, por recomendaciones externas, ¿qué nos han dejado? Desempleo. Nos dijeron hace unos diez, quince ó veinte años que aquí la empresa privada iba a resolver los problemas de corrupción y los problemas de desempleo. Pasan tantos años y tenemos más desempleo, más corrupción, por tanto, ese modelo económico no es solución para nuestro país. En Bolivia el modelo neoliberal no va. Evo Morales (Stefanoni y DoAlto, 2006).

Queremos decir de la manera más respetuosa, más firme y más responsable que: si la cooperación de los Estados Unidos no se ajusta a la política del Estado boliviano tiene las puertas abiertas (…) No vamos a permitir un solo día más que esta forma de cooperación empañe nuestra democracia, conspire contra el derecho a la libertad de nuestro pueblo y además ofenda la dignidad nacional. No estamos dispuestos a ser patio trasero de ninguna potencia extranjera. Juan Ramón Quintana (Rodríguez-Carmona, 2008)

Las posiciones del nuevo gobierno no se limitaron a discursos y declaraciones de intenciones, sino que se tradujeron en documentos, normativas, instituciones, estrategias, políticas e instrumentos de intervención pública (De la Cruz, 2019). Las normativas más relevantes para entender la nueva estrategia de relación con la cooperación internacional fueron: la Nueva Constitución Política del Estado, los distintos decretos de nacionalización del gas, y los sucesivos Planes Nacionales de Desarrollo (MPD, 2006), que desgranaban las distintas prioridades de desarrollo en las que debían enmarcarse los cooperantes internacionales.

Varios elementos clave se derivaban de estos documentos y particularmente del Primer Plan Nacional de Desarrollo (MPD, 2006). Primero, el Estado volvía a ser el centro de las políticas productivas del país y de las políticas sociales, por lo que tanto las empresas extranjeras como los agentes de cooperación debían enmarcarse en las directrices públicas según el interés del país. Segundo, la cooperación internacional, entendían, iba más allá de la ayuda al desarrollo e implicaba otras dimensiones que debían ser abordadas, como el acceso preferencial a los mercados domésticos de los donantes, la despenalización de la producción de coca a nivel internacional, el desarrollo de facilidades financieras internacionales o la gestión sostenible de las deudas externas. Tercero, en materia de ayuda externa no se aceptaba ningún tipo de condicionalidad política. Cuarto, los planes de desarrollo se negociarían con la sociedad boliviana y no con los donantes internacionales y tendrían que adaptarse a lo decidido por la ciudadanía. Además, el PND ya no incluía un presupuesto desglosado según recursos internos y externos, sino que se financiaba de forma integral por recursos domésticos. Quinto, las negociaciones con los donantes ya no se darían en el marco del Club de Paris (gobierno boliviano con todos los donantes) sino que los distintos donantes debían dirigirse a los Ministerios de turno para trasladarles sus ofertas de ayuda (ministerio-donante).

En resumen, la llegada del gobierno de Evo Morales supuso un antes y un después en las relaciones de poder entre gobierno y donantes. Tras dos décadas de sometimiento de los gobiernos bolivianos a los donantes, ahora era el gobierno boliviano el que tomaba el liderazgo fijando las prioridades del desarrollo y las condiciones para aceptar la ayuda. En definitiva, como se verá más delante, el nuevo enfoque respecto de la cooperación internacional supuso importantes rupturas con donantes tradicionales y la aparición de nuevos socios que se adaptasen mejor a las nuevas exigencias del gobierno.

V. Una oferta de ayuda fragmentada: crisis financiera, alianzas regionales y donantes emergentes

Históricamente, la ayuda externa en Bolivia estuvo muy concentrada en las agencias estadounidenses e instituciones internacionales afines a estas, como el FMI, el BM y el BID, y en menor medida, los donantes europeos. Este fenómeno respondía fundamentalmente a que estas instituciones eran las que disponían de un mayor músculo financiero; además de intereses en la región, en el caso norteamericano, y mandatos internacionales como en el caso de los organismos internacionales. Por tanto, entre las instituciones en la órbita de Washington, los donantes que conformaban el régimen de ayuda de la OCDE, que agrupaba al grueso de los donantes europeos, y el Club de Paris, que reunía a los principales prestatarios del país, se dirimía el grueso de la ayuda externa recibida por Bolivia.

Sin embargo, esta situación cambió notablemente a lo largo del siglo XXI. La aparición de nuevos donantes con capacidad financiera e intereses diferenciados respecto a los donantes tradicionales, rompió la acostumbrada hegemonía occidental. A continuación, se exponen los principales países e instituciones que conformaron el grueso de la oferta de ayuda externa a Bolivia en este período: Estados Unidos, Organismos internacionales, Bancos multilaterales, Comisión Europea y Estados Miembros de la Unión Europea, China, Brasil y Venezuela.

Primero, Estados Unidos, principal donante en Bolivia durante dos décadas, siempre ha mostrado un interés especial en Bolivia, al tratarse de parte de su histórico patio trasero, y por tanto por la prioridad estratégica de implantar regímenes funcionales a sus intereses comerciales y militares en la región. Otra de las razones de este interés de la potencia internacional son las actividades vinculadas al narcotráfico, ya que Bolivia es el tercer productor de cocaína del mundo, y por tanto país prioritario de la política exterior estadounidense en la región junto con Colombia y Perú. En este marco, la oferta de ayuda estadounidense incluye potentes líneas de financiación y cooperación técnica, además de preferencias comerciales para el acceso a su mercado (ATPDEA). Históricamente, la oferta de ayuda estadounidense siempre estuvo condicionada a que las políticas de los Estados receptores se alineasen con sus intereses en materiaeconómica, militar, y de producción de coca. Este planteamiento, con leves matices, se mantendrá inalterado a lo largo de las administraciones de los presidentes Bush, Obama y Trump.

Segundo, los organismos multilaterales y bancos multilaterales con financiación concesional, que también fueron claves durante el periodo neoliberal, moderaron sus planteamientos, particularmente en lo referente a las condicionalidades de política económica y tendieron a un enfoque más pragmático circunscrito a lo puramente comercial. Este planteamiento se acompasó con la progresiva mejora económica de Bolivia, y su upgrade a país de renta media, lo que supuso la imposibilidad de acceder a determinadas líneas de financiación concesional, como por ejemplo a las de la AIF del Banco Mundial. En cualquier caso, organismos como el BID y la CAF planteaban una cartera de proyectos de crédito concesional orientados fundamentalmente al desarrollo económico e institucional del país sin condicionalidades de tipo político. Además, durante esta época otros organismos financieros multilaterales aparecieron con criterios similares de financiación como el FONPLATA y la OPEP, entre otros.

Tercero, la Unión Europea y sus Estados Miembros, cuya propuesta de cooperación se centró en los aprendizajes derivados del período neoliberal, que se sintetizaron en la famosa Declaración de Paris sobre Eficacia de la ayuda. Partiendo de un principio central de solidaridad y altruismo se planteaban una serie de directrices: alineamiento a las políticas nacionales, apropiación por parte de los receptores, orientación a resultados, y rendición de cuentas mutua. A partir de ahí, se desarrollaron nuevos instrumentos como los apoyos presupuestarios y los basket funding, que hacían uso de los sistemas de gestión nacionales. Más tarde, se desarrollaron otros instrumentos, como el blending (financiación concesional combinada con subvenciones) por parte del Banco Europeo de Inversiones (BEI) y de algunos países miembros, particularmente de Francia y Alemania. Bajo este enfoque, que seguía el tradicional marco de la OCDE como foro de consenso, también se enmarcaron otros países no europeos, como Canadá, Australia, Suiza, y en menor medida Japón o Corea del Sur.

Cuarto, China, que a lo largo del Siglo XX fue consolidándose como potencia alternativa en el escenario internacional, llevaba décadas apostando por la industrialización y la innovación tecnológica para transitar de una economía agraria a una economía industrial. En este contexto, uno de los grandes limitantes para su industrialización era la falta de materias primas a nivel doméstico, lo que obligó al país a salir fuera de sus fronteras en búsqueda de recursos que nutriesen su creciente red industrial (Bräutigam y Gallagher, 2014). Es en el marco de esta búsqueda de materias primas a nivel internacional, que se definirá la oferta de la cooperación china en el mundo, en América Latina, y por extensión en Bolivia.

La oferta de la cooperación china en Bolivia se caracterizó por estar muy orientada a la consecución de sus objetivos estratégicos vinculados al acceso a materias primas del país andino, como son el gas, el litio, el acero, el oro o el estaño. No obstante, como ya se ha apuntado, la cooperación china también presenta un enfoque orientado a contribuir a la transformación estructural de los países en los que opera, es decir, a propiciar las trasformaciones productivas necesarias para que el país transite hacia mayores niveles de prosperidad, y por tanto, hacia la autosuficiencia respecto de la ayuda internacional. Para ello, su oferta de ayuda se centra en accesos preferenciales a su mercado interno, créditos concesionales para infraestructuras, desarrollos productivos y energéticos, así como cooperación técnica en muchas de estas materias, que permita la industrialización doméstica y por tanto la exportación de valor añadido a su país.

No obstante, no sólo China destacó como donante emergente, también en el ámbito regional se produjo la aparición de nuevos actores. En concreto, dos destacaron respecto al resto: Brasil y Venezuela. Ambos con intenciones panamericanistas buscaban fortalecer redes de cooperación en la región con el objetivo último de ofrecer contrapesos geoestratégicos frente a la injerencia estadounidense. Con todas sus diferencias, tanto el liderazgo venezolano (bolivariano) como el brasileño (progresista) consiguieron tejer una serie de alianzas con otros gobiernos de relativa afinidad ideológica (el Ecuador de Correa, la argentina de Kirchner, el Uruguay de Mujica, y la Bolivia de Evo, entre otros) que supusieron una alternativa efectiva al poder norteamericano en la región.

Estas alianzas potenciaron la cooperación e integración regional en ámbitos como el financiero (BANCO DEL SUR), energético (PETROÁMERICA), comercial (ALBA) y político (UNASUR), entre otros. Asimismo, a nivel bilateral tanto Venezuela como Brasil desarrollaron una importante batería de instrumentos de ayuda externa. En el caso venezolano, destacaron las ayudas en materia financiera, mediante créditos concesionales, generalmente ligados a proyectos de desarrollo industrial y energético, que además contaban con el respaldo de la cooperación técnica de la empresa pública PDVSA. Por su parte Brasil, ofertaba la apertura de su mercado interno en materia energética en forma de contratos preferenciales para la venta de gas, además de líneas de financiación a través del BNDES y cooperación técnica en distintas materias.

En definitiva, la oferta de ayuda a Bolivia, que tradicionalmente se había concentrado en los donantes estadounidenses, europeos y de los organismos internacionales, en este período se diversifica y fragmenta ofreciendo nuevas opciones, como la ayuda china o la de países de la región como Venezuela y Brasil. Además, a estas nuevas fuentes de ayuda se suman nuevos objetivos e intereses, como los comerciales de China o los geoestratégicos de Venezuela y Brasil.

VI. El sistema de ayuda pos neoliberal: menor dependencia, mayor apropiación y condicionalidades domésticas

El resultado del cruce de la oferta de la ayuda externa de los distintos donantes y la demanda del gobierno boliviano tuvo como resultado un sistema de ayuda con tres rasgos característicos: i) la reducción sustantiva de la dependencia de Bolivia respecto de la ayuda externa; ii) la preeminencia de las prioridades e intereses del gobierno en la definición de los objetivos e instrumentos del sistema de ayuda respecto de las prioridades e intereses de los donantes; y iii) el abrupto cambio en la composición de la ayuda según los donantes, dejando de lado a los donantes que imponían condiciones de política económica por donantes más “pragmáticos”.

El primer punto señalado resulta clave para entender los otros dos, ya que la capacidad negociadora de los Estados receptores de ayuda está fuertemente determinada por su posición macroeconómica. Cuanto más deteriorada esté esta, mayor será su dependencia de la ayuda, y por tanto menor será el margen de negociación en materia de condicionalidades de la ayuda. Como muestra la Figura 2, entre 1985 y 2005 (el período neoliberal) Bolivia tuvo una muy alta dependencia de la ayuda externa, que osciló en el entorno del 10% de su PIB, y que financió buena parte de la formación bruta de capital fijo, junto con la IED, y llegó a suponer cerca del 80% del presupuesto público. Este grado de dependencia de la ayuda para sostener las cuentas públicas, junto con una coyuntura macro con importantes desequilibrios en relación a la deuda, el déficit y la balanza de pagos, obligó a los gobernantes bolivianos a acatar las agresivas condicionalidades de instituciones como el FMI, el BM y USAID.

Por el contrario, durante el período de gobierno de Evo Morales la situación cambió fruto de una mejora en la posición macroeconómica, lo que redujo significativamente la dependencia de la ayuda externa. La Figura 2 muestra como a partir del primer año de gobierno del MAS el peso de la ayuda externa se redujo, tanto en relación al PIB, por debajo del 3%, como en la inversión, entorno al 10%, y en el gasto público, sin datos disponibles, pero con una tendencia a la baja, que se acentuó en el período de Morales.

No obstante, hay que señalar que, durante el gobierno del MAS, el volumen de la ayuda, en términos absolutos, se mantuvo relativamente estable entre los 500 y 700 millones de dólares anuales. Sin embargo, fueron los aumentos acelerados del PIB y del presupuesto público, los que redujeron significativamente el peso relativo de la ayuda sobre las cuentas públicas y la economía del país. En definitiva, esta mejora de las condiciones macroeconómicas otorgaba al gobierno una posición más cómoda de cara las negociaciones con los donantes, llegando a permitirle incluso fijar sus propias condiciones y por tanto definir los socios con los que tenía voluntad de colaborar. Este será el segundo cambio sustantivo del nuevo sistema de ayuda, la composición institucional de la ayuda externa.

En la Tabla 1 se presenta la evolución de esta financiación según los principales donantes, que muestra nuevas dinámicas respecto al período anterior. Primero, USAID, que durante el período neoliberal había sido uno de los actores clave en la cooperación con Bolivia, tanto por el volumen de sus fondos como por el grado de influencia que tenía en los ministerios y en la definición de políticas; a partir de la llegada del MAS esta influencia y los montos de ayuda externa desaparecen. Si bien esta desaparición no fue inmediata, sí fue progresiva y definitiva. La abierta desconfianza del gobierno de Evo Morales sobre los intereses estadounidense en el país fue materializándose en diversos desencuentros a lo largo del año 2008, que llevaron primero a la expulsión de la Agencia Estadounidense contra las Drogas (DEA), después a la expulsión de la propia USAID y finalmente a la de su embajador. Esta evolución de los hechos hizo que el donante número uno en Bolivia durante dos décadas ya no fuese relevante.

En una línea similar, el FMI fue acusado en repetidas ocasiones por el presidente de ser el responsable, mediante las condicionalidades de sus préstamos, de muchos de los incidentes que marcaron la vida política del país y su permanente degradación social. Sin embargo, en este caso el gobierno fue más pragmático. Primero canceló todas las deudas pendientes con el Fondo, y después limitó su relación a las consultas técnicas bajo el artículo IV del Fondo. En el caso del Banco Mundial, también se siguió un enfoque pragmático por ambas partes, reduciendo paulatinamente las condicionalidades a los préstamos y adoptando un enfoque eminentemente comercial. Así, el Banco pudo mantener una cartera destacada, pero sin el volumen ni el alcance de épocas anteriores.

En resumen, los donantes tradicionales de la época neoliberal habían quedado reducidos a una participación testimonial en el nuevo sistema de ayuda externa. No obstante, de cara a sostener los volúmenes de ayuda, era necesario que sus contribuciones fuesen sustituidas por las de otros donantes. Esta sustitución se realizará de forma diversificada, pero con una clara preferencia por los préstamos concesionales no condicionados de los organismos multilaterales como el BID y la CAF, o bilaterales, como en los casos de China, Venezuela y Brasil; además de una presencia más limitada de los donantes europeos y de otros organismos multilaterales.

El BID y la CAF fueron los principales financiadores externos del Gobierno del MAS, en términos absolutos aportaron aproximadamente tres mil quinientos millones de financiación concesional a lo largo de quince años. Especialmente en los últimos años, estas aportaciones fueron más cuantiosas, llegando a los mil millones de financiación multilateral anual. El grueso de estos préstamos estaba orientado al terreno productivo, al desarrollo de infraestructuras y a acometer diversas reformas institucionales, como en el ámbito de las finanzas públicas, la soberanía alimentaria o la gestión del agua. Además, en el 2006 se comenzó a ejecutar la Iniciativa de Alivio de la Deuda Multilateral (IADM) que supuso en el año 2006 una reducción de la deuda externa de dos mil quinientos millones de dólares, lo que suponía un 45% de la deuda externa que acumulaba el país.

En el caso de los donantes bilaterales, destaca la presencia de Venezuela durante los primeros años del gobierno del MAS, con importantes préstamos y cooperación energética a través de la multinacional pública PDVSA. Sin embargo, el mal desempeño de la economía venezolana en los años siguientes hizo que la ayuda venezolana se redujese significativamente hasta desaparecer durante el mandato del Presidente Maduro. De la misma manera, la cooperación financiera brasileña, a través del BNDES, alcanzó su mayor volumen durante el último gobierno de Lula, pero se redujo a medida que Brasil entró en crisis y se consolidó con la caída de los presidentes Lula Da Silva y Dilma Rousseff. En definitiva, la cooperación Sur-Sur, tanto de Venezuela como de Brasil, estuvo condicionada a la coyuntura económica de estos países, es decir, se amplió en época de bonanza, y se redujo en tiempos de crisis.

El relevo de la ayuda latinoamericana lo tomó la cooperación china, que se convirtió en el donante bilateral más destacado durante la segunda década del siglo, llegando a desembolsar en los últimos años cerca de doscientos millones de dólares anuales. La cooperación china creció, se expandió y diversificó de forma acelerada. Para ello, en primer lugar, fomentó el acceso a sus mercados de cara a contribuir a una balanza comercial más equilibrada entre ambos países, que hasta el año 2019 se decantaba marcadamente del lado chino, que exportaba productos tecnológicos frente a unas exportaciones bolivianas concentradas en materias primas. Segundo, la cooperación técnica y financiera se amplió a una diversidad de sectores muy significativa, que abarcaba desde el ámbito militar y aeroespacial, hasta los sectores de aguas, video vigilancia, y muy destacadamente las ayudas en materia de infraestructuras, con la colaboración de empresas chinas, para proyectos como el tren transoceánico o el hub aéreo de Santa Cruz, así como en el ámbito de la minería con financiaciones cuantiosas para proyectos como el Mutún y el desarrollo industrial del acero.

Por último, respecto a los donantes europeos, se caracterizaron por una ayuda en forma de donaciones marcadamente orientado a los objetivos nacionales. En este marco, destacaron los apoyos presupuestarios sectoriales que han sumado a lo largo de una década más de doscientos millones de dólares en ámbitos tan diversos como educación, saneamiento, fiscalidad, biodiversidad, cuencas o desarrollo alternativo de la coca. Además, en los últimos años también se implementaron otros instrumentos como el blending a través del (BEI). Asimismo, también destacan las donaciones en sectores sociales y de reforma institucional por parte de las agencias de los Estados miembros como la GIZ alemana o la AECID española.

Tabla 1.

Desembolsos anuales de financiación oficial concesional en Bolivia

(en millones de dólares corrientes)

Año

2006

2007

2008

2009

2010

2011

2012

2013

2014

2015

2016

2017

2018

2019

2006-2019

Multilateral

184,1

219

250

295,5

443

486

574

582

659

985

832

1099

894

1014

8514,3

BID

59,7

43,7

43

108,2

158,6

177

203

267,6

305

334,5

354,7

500,9

381

469,8

3406,7

CAF

81,5

145,8

172,5

139,9

229,9

241

304

240,6

276

288,4

368,3

478,8

319

378,9

3665

Banco Mundial

34

15,8

24,9

33,8

46,2

45,1

51,1

59,8

39,9

270

67,4

34,5

56,5

103,7

882,7

FIDA

1,8

1,9

3,2

3,4

2,5

3

2,9

4,6

2,2

7,4

8,7

12,3

4,1

 

58

FND

6,4

2,6

1,4

0,7

1,6

4,9

 

0,3

 

 

 

 

 

 

17,9

FONPLATA

 

4,5

2

8,1

2,6

12

8,7

2,2

28,6

43,1

 

38,2

82,6

61,7

294,3

BEI

 

 

 

 

 

 

 

 

 

16,6

24,6

17,5

9,3

 

68

OPEP

0,7

5,1

2,5

1,4

1,1

2,9

4,5

6,5

6,6

24,5

8,2

16,4

41,3

 

121,7

Bilateral

64,6

78,4

163

96,9

96,8

292

128

161

100

47,3

111

296

274

234

2142,3

China

9,9

35,7

4,7

 

 

84,4

118

160,2

86,1

31,6

98,5

162,1

234

173,2

1198,9

Venezuela

19,7

28,8

145,7

87

87,2

116

7,8

 

 

 

 

 

 

 

492,6

Brasil

22,4

5,8

 

 

6,3

89,7

 

 

5,4

 

 

 

 

 

129,6

Japón

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1,1

0,2

0,2

 

1,5

Alemania

7,4

 

7,4

0,9

0,6

0,8

0,6

0,9

1,1

2,3

2,5

7,6

8,3

5,8

46,2

Francia

0,7

0,4

0,5

 

2,7

0,3

0,1

0,2

0,3

0,1

 

118,8

29,5

54,8

208,4

Corea del Sur

4,5

7,7

4,7

2

 

 

0,7

 

7,2

13,3

8,4

7,5

2,1

 

58,1

Argentina

 

 

 

7

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

7

TOTAL

313,3

376

576

489,3

636

1069

829

904

859

1079

1053

1691

1443

1482

12798,9

Privado (bonos soberanos)

 

 

 

 

 

 

500

500

 

 

 

1000

 

 

2000

Fuente: Banco Central de Bolivia (2020)

VII. Crecimiento económico y redistribución social: de la ayuda como eje a la ayuda como complemento

Finalmente, el nuevo modelo de desarrollo del gobierno masista junto con las condiciones externas y el apoyo de la ayuda internacional generó una serie de resultados que retroalimentaron de forma cíclica la evolución y reconfiguración del sistema de ayuda. A continuación, se abordan algunos de los resultados más destacados de este período, diferenciándolos en dos fases, una primera que abarca la primera década de gobierno, caracterizada por destacados éxitos económicos y sociales, y una segunda, que incluye los tres últimos años de gobierno, y que se caracterizó por una progresiva degradación de las principales variables macroeconómicas, de la confianza institucional y de la convivencia social.

El período que va de los años 2006 a 2016 muestra un desempeño económico y social notable. El crecimiento económico anual medio estuvo entorno al 5%, empujado fundamentalmente por las exportaciones, que contaron con unos de los precios más altos de su historia. Esta época de bonanza permitió reducir el déficit público, de niveles del 5% a ofrecer superávits, se redujo la deuda pública del 89% sobre el PIB en el año 2004 al 35% en el año 2012, las reservas internacionales aumentaron de ochocientos millones de dólares en el año 2004 a trece mil millones de dólares en el año 2014, y la balanza comercial pasó de ser deficitaria a ofrecer abultados superávits. Además, una gestión ortodoxa de la macroeconomía permitió al Ministerio de Economía alcanzar niveles estables de precios, tipos de cambio equilibrados, y una economía desdolarizada (bolvianizada).

Como muestra la Figura 3, el grueso de la bonanza económica boliviana se explica por el boom de las exportaciones, que pasaron de suponer el 20% del PIB a duplicarse hasta más de un 40%. Esto se produjo, no tanto por un aumento de los volúmenes, como por el espectacular aumento de los precios internacionales de sus principales exportaciones, como el gas, petróleo, el oro o el estaño. La figura también muestra como la ayuda externa, que llegó a suponer más de un 10% del PIB en el año 2003, pierde relevancia hasta suponer menos de un 3% en el año 2018. Lo mismo sucede con la Inversión Extranjera Directa (IED), que tuvo su apogeo en el año 1999, en pleno período de privatizaciones, cuándo llegó a suponer el 12% del PIB. En el año 2018 no llegaba al 1% del PIB. Por su parte, las remesas experimentan un repunte entre el año 2003 y 2007, con un peso del 8% del PIB, aunque su relevancia se disipó progresivamente hasta situarse en el entorno del 3% en el año 2018.

Por tanto, en el período analizado se produce una transformación estructural de las fuentes de financiación de la economía boliviana, caracterizada porque la AOD y la IED pierden relevancia en favor de las exportaciones. En ambos casos la dependencia externa estaba presente, pero en diferentes formatos. En cualquier caso, a pesar de la reducción del peso de la ayuda externa, esta tuvo un papel relevante como complemento a la inversión pública en muchos de los rubros mencionados. Así, las líneas de financiación de Venezuela y China apoyaron especialmente el proceso de industrialización del gas, de la minería, y de múltiples infraestructuras estratégicas; mientras que los organismos multilaterales se centraron en el desarrollo de grandes infraestructuras y en potenciar al sector productivo.

En el ámbito social, se potenciaron las políticas educativas y de salud junto con los mencionados programas sociales, como el Bono Juancito Pinto, para aumentar la escolarización de los sectores más desfavorecidos, o el Bono Juana Azurduy, germen de un seguro de jubilación universal, lo que produjo mejoras notables en materia de reducción de la pobreza, que pasó de un 63% de la población en el año 2005 a un 34,6% en el año 2018, así como de la desigualdad, que se redujo en el mismo período de los 58 puntos a los 44 (Banco Mundial, 2020). En este marco, fue especialmente destacada la cooperación europea, tanto de la Comisión Europea como de las agencias bilaterales de sus Estados miembros, a lo que además se sumaron los desembolsos finales del HIPIC II, que contemplaba el canje de las deudas bilaterales por la inversión del gobierno en programas sociales.

Finalmente, la segunda fase del gobierno de Evo Morales se caracterizó por la caída de los precios de las materias primas, y por tanto por un desplome de las exportaciones y los ingresos fiscales asociados. Esta situación situó de nuevo la balanza comercial en terreno negativo, y generó tensiones macroeconómicas, lo que a su vez afectó a la sostenibilidad de la inversión pública y de los programas sociales. No obstante, hasta el año 2019, el gobierno aplicó una política contra cíclica que permitió sostener los niveles de crecimiento económico e inversión pública, a costa de aumentos considerables de la deuda y el déficit público. Como se ve en la Tabla 1, los volúmenes de financiación concesional aumentaron estos últimos años, llegando a los mil millones de dólares anuales, además de recurrir a la financiación privada, lo que le permitió compensar los descensos de la recaudación tributaria por exportaciones.

Al progresivo empeoramiento de la posición económica boliviana se sumó una relativa degradación institucional. Los crecientes casos de corrupción, y la cuestionable reelección presidencial aprobada por el Tribunal Constitucional, fueron generando un caldo de cultivo de malestar social y de desconfianza respecto de las instituciones. Esta situación tuvo su apogeo en el periodo postelectoral, en los meses de octubre y noviembre del año 2019, y llevó a la salida del Gobierno del MAS y la implantación de un gobierno transitorio, liderado por Jeanine Añez. El nuevo gobierno provisional fue respaldado por los principales líderes de la oposición, como Carlos Mesa, Luis Fernando Camacho y Marco Antonio Pumari, así como por líderes internacionales como Luis Almagro, director general de la OEA, o los presidentes de Estados Unidos y de Brasil y diversos líderes de la Unión Europea y de sus países miembros.

V.III Conclusiones

Este trabajo presenta una descripción de las principales características del régimen de ayuda externa en Bolivia durante el período pos neoliberal de gobierno del MAS. Para ello se realiza un análisis de las dinámicas de la oferta de ayuda de los donantes, de las exigencias y necesidades del gobierno boliviano, de las características del sistema de ayuda externa, como resultado del cruce de ambas, así como de los impactos del sistema en términos de desarrollo.

Los resultados muestran lo siguiente. Primero, que el sistema internacional de ayuda está altamente fragmentado con importantes divisiones sobre sus objetivos y en el cual la hegemonía ya no es exclusiva de Estados Unidos y los países europeos, sino que a partir de inicios de siglo destaca la entrada de nuevos actores de relevancia, como China a nivel internacional, y en menor medida, a nivel regional, Venezuela y Brasil. Segundo, que la demanda por parte del gobierno boliviano en estos años estuvo determinada por el criterio de respeto a la soberanía nacional y el alineamiento de los donantes a las políticas nacionales.

Tercero, el sistema de ayuda resultante se caracterizó por una ruptura con la dependencia externa de la ayuda, característica principal del período neoliberal. Esta ruptura fue posible gracias a los ingresos extraordinarios derivados del boom en los precios de sus materias primas exportables, lo que le permitió estabilizar los principales desequilibrios macroeconómicos y financiar una gran cantidad de nuevas infraestructuras, el desarrollo de industrias y una amplia cobertura de nuevos programas sociales. De forma complementaria, la ayuda externa apoyó estos esfuerzos, principalmente a través de financiación concesional sin condicionalidades políticas de los organismos multilaterales, como el BID, la CAF y el BM, y de gobiernos bilaterales como China, Venezuela y Brasil. Los donantes tradicionales como USAID y el FMI quedaron excluidos de la cooperación con el país y la ayuda europea se situó en un papel secundario.

Finalmente, el impacto de este modelo fue muy exitoso en su primera década de aplicación. Así, el país mostró un destacado crecimiento económico, además de la corrección de sus desequilibrios macroeconómicos. De forma complementaria, se redujeron notablemente las tasas de pobreza, de desempleo y los niveles de desigualdad. En definitiva, la ayuda internacional fue soporte para la construcción de un nuevo modelo de desarrollo más inclusivo caracterizado por un mayor intervencionismo público en el ámbito económico y social. Por último, hay que señalar que, en la última fase de gobierno, la bonanza económica se ralentizó, los desequilibrios macroeconómicos volvieron a acentuarse, lo que unido a un creciente cuestionamiento institucional y social derivó tras las últimas elecciones en el derrocamiento del gobierno y el fin del ciclo masista. Al menos hasta las próximas elecciones que presumiblemente se celebrarán en el año 2020.

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