Una revisión de prácticas educativas
expandidas de la ciudad de Medellín*
Alejandro Uribe Zapata[1]
Universidad de Antioquia (Colombia)
Recibido: noviembre 11 de 2016 – Revisado: febrero
15 de 2017 - Publicado: abril 23 de 2017
Referencia norma
APA: Uribe, A. (2017)
Una revisión de prácticas educativas expandidas de la
ciudad de Medellín. Rev. Guillermo de Ockham, 15(1), In press.
Resumen
Este artículo sintetiza una serie de prácticas educativas expandidas de la ciudad de Medellín, Colombia. Se divide cuatro apartes. Primero, se define el término de práctica educativa expandida. Segundo, se exploran una serie de iniciativas locales que podrían entrar en esa categoría. Tercero, se introducen otros dos conceptos similares cercanos a estas prácticas. Cuarto, se presentan las conclusiones de este recorrido.
Palabras clave: Educación
expandida, cultura digital, laboratorios ciudadanos, prácticas artísticas
colaborativas
Abstract
This paper summarizes a
series of extended education practices in the city of Medellín,
Colombia. Four main issues are presented as follows: First, the concept of expanded
education practice is defined. Secondly, we explore some local projects which
might be considered as expanded education initiatives. Then, two other
related concepts are introduced. Finally, we share some conclusions regarding
this research path.
Keywords: expanded education,
digital culture, collaborative art practices, citizen labs
La educación expandida es un término no posicionado en la academia y sin pretensiones normativas o prescriptivas. Es más una idea provocadora de origen festivo y una invitación a reflexionar sobre la educación en el contexto de la cultura digital, que un esquema ordenado o modelo funcional que se pueda aplicar a rajatabla en diversos escenarios educativos. Por ello, las diversas definiciones que se han ofrecido al respecto son tentativas, deliberadamente flexibles y siempre predispuestas a las reelaboraciones. Para la muestra, basta leer las propuestas por Freire (2012), Díaz, Gil & Jiménez (2010) y Fonseca Díaz (2011) para ver la multiplicidad de matices al respecto.
Para efectos expositivos, nuestra postura, fruto de remezclar esas ideas y la experiencia en campo, entiende que las prácticas expandidas se caracterizan por i) considerar aspectos de la educación no formal e informal; ii) reciben un influjo marcado de la denominada cultura digital; iii) promueven dinámicas interdisciplinares, particularmente del ámbito de las artes y las ciencias; iv) apuestan por iniciativas públicas abiertas a la ciudadanía; v) tienen un carácter marginal, periférico y representan en diversas ocasiones la antípoda de la formal y reglado; v) abogan por lo participativo, procesual, experiencial antes que lo magistral, los productos y lo artificial (Uribe Zapata, 2015).
Por las razones que se mencionaron al principio, los escasos ejercicios de revisión que se han hecho al respecto se han basado preferencialmente en la experticia de los autores antes que en una revisión de literatura académica ya que el concepto y las prácticas de educación expandida no tienen vasos conductores a una tradición universitaria fácilmente reconocible, tampoco a un corpus teórico claramente delimitado y en suma se trata de un término marginal sin posicionamiento en los círculos universitarios a pesar de ser acogido, de manera implícita y explícita, por una serie de iniciativas variopintas.
Sin embargo, el
problema que se deriva de lo anterior es que hay prácticas que no han aparecido
en las diversas revisiones. Sin ser minuciosamente exhaustivo, a nivel
internacional se puede mencionar el Centro
de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB)[2] y su aparte específico en
su página web dedicado a la educación expandida[3] o la red internacional de Arts Collaboratory[4] que se enfoca en prácticas
artísticas, procesos de cambio social y trabajo con comunidades más allá del
campo del arte. A nivel latinoamericano, se podrían mencionar los proyectos
presentes en tres intentos recientes de cartografía, algunos en marcha todavía,
que ilustran, por una parte, lo complejo que resulta identificar estas
prácticas cada vez más recurrentes y, por otra parte, el creciente interés que
despierta este ejercicio de caracterización. Hablamos de los mapeos
colaborativos que se trataron de realizar hace poco en Brasil en el marco de un
proyecto denominado RedeLabs[5], los que vienen realizando
un grupo de personas cercanas al movimiento maker
y hacker alrededor del mundo
denominado Grupo Ananse[6] y el ejercicio liderado en
la actualidad en diversas ciudades iberoamericanas por el Vivero de Iniciativas Ciudadanas (VIC)[7] con la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB)[8] en convenio con diversas
entidades locales.
En todos los
casos se emplearon categorías similares pero distintas. Redelabs se enfocaba en laboratorios experimentales de cultura
digital ubicados en Brasil; el Grupo
Ananse discrimina en categorías tan amplias y abarcantes tales como
espacios tecnológicos alternativos, biohacklabs,
clusters de innovación, festivales o
eventos, fab labs, galerías, hubs, espacios de incubación, makerspaces/hackerspaces y lugares
ecológicamente sostenibles; mientras que el mapeo voluntario y autogestionado
del VIC incluye temáticas que van desde el Arte
Urbano y la Cultura Libre,
pasando por la Economía Colaborativa
y la Movilidad Sostenible, hasta la
que nos interesa, a saber, Educación
Expandida. En cualquier caso, lo precedente ilustra que hablamos de cientos
de iniciativas ausentes en revisiones previas que no tendría sentido copiar y
pegar acá.
Este escenario
conduce a una aporía: se acepta la importancia de reconocer diversas prácticas
educativas expandidas no inscritas en la literatura académica, pero en
simultánea se reconoce la imposibilidad de caracterizarlas sin margen de error
debido a que no hay una matriz de valoración rígida para las mismas. Como bien
decía Freire (2012), este tipo de iniciativas ya existen así reciban otro
nombre y quizás la única utilidad de un ejercicio de identificación de
prácticas y estrategias de este corte sea el de ponerlas como contraejemplos de
lo que pasa en la esfera educativa formal en el sentido que hay fuentes de
aprendizaje más allá de la escolaridad y formatos pedagógicos que se alejan de
lo habitual.
En nuestro caso, muchísimas prácticas
educativas, incluso en ámbitos formales escolarizados, cumplirían con varios de
los supuestos requisitos mínimos mencionados líneas atrás (hibridez entre lo no
formal e informal; ethos de la
cultura digital; conexión con otras disciplinas; carácter público y
contestatario; naturaleza satelital y periférica; concepción
participativa, experiencial y política de lo educativo). Empero, al no existir
una categoría unívoca inmune a la polémica, tales iniciativas resultan
difíciles de rastrear por ubicarse en los márgenes, tener una naturaleza
esporádica y excesivamente contextual y ser catalogadas de múltiples maneras
(laboratorios, colectivos, talleres, iniciativas ciudadanas, makerspace/hackerspaces, entre otros).
El ejercicio que sigue adolece de ese, si se quiere, problema: será
contextual, circunscrito a la ciudad de Medellín, y atado a esta temporalidad,
digamos año 2016. Aunque esto último puede sonar banal, es preciso recordar que
muchas de estas iniciativas, por su propia naturaleza, podrían estar inactivas
o mutar en el futuro cercano. De hecho, eso fue lo que pasó con las reseñadas
en otras revisiones (Díaz & Freire, 2012;
Fonseca Díaz, 2011).
Como se ha insinuado, el proyector de la acá denominada educación expandida
no está en la escolaridad en general ni en las admiradas, necesarias y
crecientes iniciativas de esa inmensa minoría que algunos autores denominan
profesores INprendedores (Lara,
2011),
esto es, actores de cambio inscritos en el sistema pero con deseos de poner en
tensión las bases históricas, metodológicas y organizativas sobre los que se
erige la lógica escolar. Más bien, esta denominación de expandida aplica mejor
para enmarcar iniciativas que tienen una filia con lo que Lafuente y Lara (2013) llaman aprendizajes y prácticas procomunales; laboratorios ciudadanos (Ballon,
Pierson, & Delaere, 2005; Westerlund & Leminen, 2011); prácticas de activismo
cultural y resistencia desde la perspectiva de los movimientos del software
libre y de código abierto (Medina Cardona, 2016), y nosotros prácticas
educativas expandidas.
Hay dos publicaciones en Medellín que han recogido varias de las
iniciativas ciudadanas e institucionales que se han llevado o se están llevando
en la ciudad al tiempo que reflexionan sobre diversas temáticas asociadas a la
cultura digital, el arte, el activismo, entre otros. Tales publicaciones no
nacieron en la academia y son prácticamente invisibles para los espacios de
consulta paradigmáticos de la escolaridad universitaria formal. Así, tales
publicaciones, que tienen un marcado espíritu fanzine, entrarían en el terreno de la literatura gris, esto es, referentes que circulan preferiblemente
por internet pero no por canales comerciales tradicionales (librerías, por
ejemplo) o académicos en un sentido universitario (bases de datos, por
ejemplo). Para un externo a cualquier campo del saber, como es nuestro caso,
esta literatura presenta serios problemas de acceso ya que su producción es
limitada, está dirigida a un público específico y no siempre se ciñe a las
normas de control bibliográfico.
La primera publicación es labSurlab +
Co•operaciones[9] (Jaramillo
Vélez & Duque, 2012).
Allí se habló sobre labSurlab, un
encuentro que se realizó primero en la ciudad de Medellín en el año 2011 en el Museo de Arte Moderno (MAMM) y un año después en el Centro de Arte Contemporáneo de Quito[10], en
Ecuador. El objetivo era crear una red de laboratorios de medios (medialabs) pero con sabor e identidad
iberoamericana, poner en tensión esos términos inicialmente extranjeros (léase labs, medialabs, entre otros), rescatar formas de nombrar más cercanas al
sur, consolidar lazos entre personas y colectivos que estaban trabajando
temáticas similares alrededor del arte, la tecnología y la comunidad, y
reflexionar sobre la tecnología y sus usos a través de procesos de
experimentación contextualizados y focalizados. Para ello participaron
artistas, activistas sociales, diseñadores, entre otros; se creó un mapa[11] de
América del Sur y Centroamérica con iniciativas asociadas a temas de
tecnología, arte, diseño, entre otros; y se generó a nivel de ciudad un grupo
de trabajo denominado Co•operaciones.
Aunque asistieron personas y colectivos de diversas partes de Iberoamérica, e
incluso Europa y Estados Unidos[12], se
pondrá el acento en los actores locales no institucionales que participaron de
aquel evento, en concreto Platohedro[13], Un/Loquer[14], ConVerGentes[15], Telecentro Amigos Unidos[16], MAMM[17], Museo de Antioquia[18] y Centro Cultural de Moravia[19]. En
las notas al pie se sintetiza cada iniciativa y se subraya cuáles están
inactivas.
La historia de cómo nace este encuentro es llamativa. En Madrid, en el
2010, se estaba realizando LABToLAB[20], un
encuentro que alberga a cuatro organizaciones europeas[21] que
se consideran a sí mismas laboratorios de
medios, o Medialabs. Entre los
invitados, estaban dos colombianos, Alejo Duque y Alejandro Araque, que
decidieron tomar riendas en el asunto cuando en el evento se empezó a hablar de
precarización, una idea que entraba en conflicto con lo que se estaba viviendo
en el propio evento (espacios cómodos, comidas, cervezas e incluso un cocinero
particular), lo que ellos veían por sus experiencias de vida en Europa y la
realidad opuesta que viven miles de iniciativas en contextos latinoamericanos.
En concreto, sobre todo en el caso de Colombia, la ausencia de lugares físicos
estables para la realización de reuniones y la necesidad de tener que buscar
alternativas económicas de comunicación apoyadas en la red tales como canales
de chat soportados en protocolos IRC y listas de correo. Opciones éstas que
incluso son accesibles para una capa reducida y relativamente privilegiada de
la población en nuestro continente. Por ello, esa misma noche, decidieron crear
una red social en N-1[22] (Apprich, Berry Slater, Iles, & Lerone Schultz,
2013), un
servicio que actualmente se encuentra inactivo y que tuvo su apogeo durante el
movimiento ciudadano #15M, en España.
La segunda publicación, que es en
cierta forma una continuación del anterior pero con un énfasis incluso más
local, es MedeLab[23] (Rojas & Bejarano, 2014). Allí se rescatan las prácticas recopiladas a finales del año 2013 en el
marco del evento que lleva el mismo nombre y cuyo subtítulo era Laboratorios Creativos en Red. En
general, se sintetizan una serie de iniciativas, tanto institucionales,
transversales o augestionadas, que entrecruzan el arte, lo comunicativo, la
tecnología, lo colaborativo, lo social y lo comunitario. Estas prácticas
emergentes, que enfatizan el rol de lo ciudadano y la innovación de base
social, se erigen como alternativas frente los discursos imperantes de la
economía, la educación, la política y la cultura digital de corte capitalista.
A nivel de ciudad, basta con ver la cantidad de iniciativas ciudadanas que se
han creado, fortalecido y consolidado con el paso de los años: redes de todo
tipo (bibliotecas, música, literatura, jóvenes, etc), colectivos ciudadanos de
diversa índole, nuevos espacios para la música juvenil, programas
institucionales e independientes que promueven la apropiación tecnológica desde
diversas aristas, centros culturales en puntos variados y periféricos de la
ciudad, museos con agendas ciudadanas activas, movimientos urbanos que
promueven el uso de la bicicleta, los huertos ciudadanos y otras formas de
relacionarnos más allá del mercado, medios de comunicación alternativos,
residencias artísticas, iniciativas barriales de memoria y derechos humanos,
entre otros.
Algunas de las
iniciativas de ese evento participaron también del labSurlab, otras están descontinuadas o ya finalizadas y otras siguen activas. Quiero
rescatar aquellas que se alejan de la institucionalidad formal tradicional si
bien varias de las que siguen presentan una híbridez porosa díficil de
categorizar. Resalto Casa Tres Patios[24], Epicentro[25], Invisible Valley[26], Parque Explora[27], Lo doy porque quiero[28], Morada Casa de las Estrategias[29], Monofónicos[30], PorEstosDías[31], Proyecto NN[32], Series Media[33] y Tricilab[34]. De nuevo, en
las notas al pie se sintetizan los proyectos mencionados y se indica cuáles
están inactivas.
En la actualidad, como era de esperarse, están emergiendo otros actores.
Unos se configuran como colectivos con aire más informal y episódico, otros van
adquiriendo una mayor estabilidad al tiempo que van desplegando su presencia en
diferentes eventos de ciudad o por fuera de ésta y otras son iniciativas individuales. Subrayo
dos. Una, las crecientes intervenciones de Juan Cañola[35], un
joven artista digital que tiene, entre otros, un proyecto llamativo denominado Una película al AZAR[36],
esto es, un dispositivo que decide, en tiempo real y de manera aleatoria, el
montaje de las piezas con lo que se pone en tensión tanto el orden temporal de
las secuencias de imágenes como, sobre todo, la ruta estándar al momento de
elaborar un relato cinematográfico tradicional. Dos, Algo~Ritmos[37], un
colectivo creado en el 2014 que trabaja la intersección entre música, códigos
computaciones y programación en vivo. O sea, hacer música, aleatoria casi
siempre, mientras se programa, una dinámica que en inglés recibe el nombre Live coding[38].
Con esos ejercicios prácticos, que entrecruzan lo artístico y lo tecnológico,
este colectivo de jóvenes músicos, aficionados a la tecnología y simples
curiosos invita a la reflexión sobre la programación, investiga e impulsa el
uso de software libre, motiva procesos de formación alternativos en contextos
de escuela y universitarios y promueve acercamientos menos artificiales hacia
lo tecnológico.
Alejados de la comarca pedagógica[39], en
los últimos años han surgido una serie de términos que buscan recoger y
explicar el zeitgeist de estas
prácticas. En particular, provienen del mundo de las artes y la ciencia[40]. En
el primer caso, está el término de prácticas artísticas colaborativas y en el
segundo el de laboratorios ciudadanos.
Estas prácticas se mueven entre el activismo, el arte y la educación (Rodrigo Montero & Collados Alcaide, 2015). Ante todo, buscan una mayor
implicación con el contexto en el que se inscriben e incluso prestar atención a
las necesidades concretas que allí se presentan en aras de conseguir una mejora
social bien sea a través de un cambio o transformación de las personas, una
mayor sensibilidad en el terreno o incluso una solución temporal a las
necesidades del contexto. Históricamente, estas prácticas tienen conexión con
iniciativas como las artes comunitarias
(Newman, Curtis, & Stephens, 2003; Palacios
Garrido, 2009; Scher, 2007); el desarrollo cultural comunitario o el desarrollo comunitario basado en artes (Sonn, Kasat, & Drew, 2002); el arte comprometido socialmente o la nueva
terminología de origen anglosajón que lo abarca y es más concisa, a saber, prácticas sociales (Tuomela, 2002); y el arte público de nuevo género (Lacy, 1995). En términos más teóricos,
con las estéticas relacionales (Bourriaud, 2006) y dialógicas (Kester, 2011). Con sus matices, estas ideas
y propuestas teóricas rescatan la experimentación social/política basada en el
diálogo al tiempo que defienden prácticas artísticas y disidentes en
comunidades concretas (barrios, sitios de resistencia, lugares marginales,
etc), alejadas de las bienales, galerías o museos, con el fin de generar, en la
mayoría de los casos, algún tipo de cambio social y donde predominen, antes que
los productos o la obra artística entendida en un sentido clásico, los
procesos, el diálogo, las relaciones con el contexto, la participación activa y
política. En síntesis, estas prácticas rescatan el formato de lo colaborativo y
la negociación alrededor de un eje común que articula actores individuales y
colectivos diversos durante un tiempo y espacio determinado. Durante ese lapso,
se generan procesos sociales apelando generalmente a la dinámica de talleres y
se establecen negociaciones, tensiones, capitales sociales y simbólicos, roles,
conflictos, entre otros, que es menester entender.
Los laboratorios, tanto los tradicionales como los ciudadanos, son espacios
donde se practica la cultura experimental, se trabaja en conjunto con otros
grupos, se documenta con cierto rigor, se valida según criterios científicos y
económicos, se procura promover prácticas públicas y abiertas, y se promueve el
ensayo y error como paradigma de trabajo (Lafuente,
2016). En
particular, en los laboratorios tradicionales, se busca crear/visibilizar
hechos, controlar todas las variables posibles, evitar el azar, depurar lo
aleatorio y reducir y en cierta forma simplificar la realidad para así poder
gestionar fenómenos complejos. No obstante, estos laboratorios están alejados
del control y la participación del público (Sangüesa, 2013).
En la actualidad, han surgido formas alternativas de la idea de laboratorio
que intentan democratizar su acceso y configuración en un contexto de cultura
digital. Hablamos de los Living Labs,
los hacklabs y los laboratorios
ciudadanos. Antes de hablar de este último, digamos algo de los dos primeros.
Los Living Labs son un tipo de
laboratorio enfocado en la democratización de la innovación y de la tecnología
digital. En general, la literatura estándar asocia este tipo de laboratorio con
la idea de innovación abierta y éstos a su vez presentan varias similitudes los
usuales laboratorios de diseño en lo que respecta a las dinámicas de trabajo que
se promueven con los usuarios. Se debe subrayar que esta idea ha ido
evolucionando desde un entorno en el que se observa las acciones del público o
los usuarios, pasando por un proceso que involucra la participación activa de
los mismos, hasta un cierto tipo de sistema de innovación (Sangüesa, 2013). Con todo, a pesar de la
retórica entusiasta alrededor de esta terminología, muchas veces lo que se ve
son espacios en los que predominan los participantes subyugados sin incidencia
alguna en los diseños finales y con poca o nula claridad sobre los mecanismos
de reconocimiento de los participantes tanto en la fase preliminar como cuando
se finaliza el proyecto.
Los hacklabs, también conocidos
en terminología anglo como hackspace
o hackerspace, son espacios donde se
encuentran personas con intereses comunes en la tecnología para realizar
proyectos conjuntos o individuales. Se rescata que diversos componentes del
aprendizaje constructivista toman forma en tales espacios ya que allí las
personas aprenden mientras se construyen o desarman artefactos, dispositivos o
programas. Si bien en sus inicios estos
espacios tenían una raíz crítica y política, ya que asumían una postura
contestaría frente la democratización de la tecnología, en los últimos años han
privilegiado las mencionadas dinámicas constructivistas frente el aprendizaje
y, en algunos casos, cierta explotación económica del conocimiento enraizada
con la retórica del emprendimiento, al menos en lo que se puede observar en
algunas derivas actuales asociadas al denominado movimiento maker. Pero no hay que generalizar.
Aunque el rol de agencia es fuerte, los labs
oscilan entre los que se inspiran en los presupuestos de la cultura abierta,
tratan de crear procomunes tecnológicos y asumen un activismo desde sus prácticas,
hasta los que se dedican de manera exclusiva a la fabricación de objetos
digitales y físicos, se amparan en la narrativa del emprendimiento y buscan
ante todo el lucro personal.
Por su parte, siguiendo en lo que sigue la reflexión de Lafuente (2016), los laboratorios ciudadanos
presentan algunos matices. Para empezar, se hacen ciudadanos cuando se abren a
la calle y aceptan trabajar con un material tan polémico como la experiencia ya
que se le reprocha su carácter ocurrente, caprichoso, improvisado, subjetivo,
parcial y fluido. No obstante, acá se rescata esta idea puesto que es i) común
y por tanto todos somos expertos en aquello que nos pasa; ii) contrastable y un
camino para la generación de conocimientos nuevos, colectivos y anónimos; e
iii) impulsa la innovación social ya que los excluidos, marginales,
periféricos, en suma, todos aquellos ausentes o alejados del relato oficial
sienten y saben que están por fuera de esas narrativas y se ven impelidos a
combatir esa invisibilidad. De ahí que estos laboratorios tiendan a ser lugares
en los que predomina una comunidad no identitaria pero no por ello menos junta
y dispuesta a sacar sus iniciativas adelante precisamente a partir de esa
divergencia (Lafuente,
2016).
Otro matiz, aparte de ese énfasis
hacia lo experiencia antes que lo experimental, es que un laboratorio ciudadano
es un escenario de propuestas y no sólo de protestas. Antes que quedarse en el
mero alegato, la diatriba elocuente o un quehacer panfletario sin correlato en
la práctica, buscan en muchos casos promover soluciones efímeras ancladas a
contextos específicos. En otros, visibilizar problemas, escuchar a la
comunidad, evitar cualquier tipo de proscripción y acompañar a los que saben,
esos expertos no formales, pero que apelan a otras formas de nombrar y hacer.
Para cerrar, los laboratorios
ciudadanos también tienen una estrecha conexión con la idea de los amateurs o aficionados ya que los
ciudadanos devienen en científicos no profesionales, esto es, en personas que
hacen algo porque les gusta o les nace y no porque deban o tengan que hacerlo.
Aunque históricamente se ha tendido a ver ese término de amateur de manera
peyorativa, como aquello que le falta calidad, es de rescatar esa raíz
etimológica que subraya el amar hacer
algo en contraposición del profesional que profesa
sobre ese algo (Lafuente,
Alonso, & Rodríguez, 2013). A
diferencia de los tecnocidanos, que
complejizan la relación entre ciencia y sociedad y por tanto buscan poner la
ciencia bajo la lupa del control público mientras adoptan una postura crítica
hacia las prácticas sociales que rodea el quehacer científico, los amateurs son personas dispuestas a
dejarse sorprender, atentas a escuchar lo que digan los expertos y gustosas de
emular las prácticas formalizadas que encuentren más pertinentes. En cualquier
caso, ambas denominaciones, amateur y
tecnocidano, que no entran en
principio en el campo semántico de los expertos,
ilustran la capacidad que tiene la ciudadanía en su conjunto de apropiarse del
conocimiento, los saberes circulantes y la tecnología más allá de su
vinculación formal a una entidad pública o privada (Lafuente
et al., 2013).
Como bien sintetizan García y Fenández (2011),
En
estos laboratorios se pone en acción por tanto un tipo de público que ya no
solo quiere participar como espectador, sino que también quiere implicarse en
los procesos de producción. Y este público no solo se preocupa por la
producción de los proyectos en sí, sino que también se preocupa por los
aspectos técnicos, jurídicos, prácticos y conceptuales de los laboratorios y
por su mantenimiento material (s/p).
Más allá del término puntual, que difícilmente podrá recoger por completo
la complejidad y singularidad de tales prácticas y seguramente sufrirá variaciones
dependiendo del contexto y la época, nos interesan esos movimientos,
iniciativas o colectivos minoritarios y resistentes que se organizan siguiendo
un paradigma en red; naturalizan diversos elementos usualmente asociados a la
denominada cultura digital; avalan nuevas prácticas educativas de la mano de
otros actores educativos que van más allá de la figura singular del maestro;
dinamitan de entrada las fronteras disciplinares; consideran inocuas las
diferencias entre el afuera y el adentro; y evitan entrar en el juego de las
categorías jerárquicas entre expertos acreditados y novatos.
Se había insistido que los
intentos de revisión han sido hasta ahora ejercicios contextuales vinculados en
demasía al momento histórico de sus autores. Este trabajo no será ajeno a ese
destino. Es altamente probable que muchas de las iniciativas activas que se
mencionan en este artículo no vayan a superar el paso del tiempo por razones
que van desde la fragilidad institucional, pasando por la falta de
financiación, hasta el simple deseo de parte de sus promotores de hacer otra
cosa. Y si persisten, probablemente tendrán otro matiz.
De cualquier manera, a pesar que estos ejercicios derivan en fotografías temporales que pronto perderán su
validez y no recogen todo el panorama ya que tienen un carácter sesgado porque
las fuentes académicas (bases de datos) dejan por fuera muchísimas iniciativas
llamativas, la experticia de cada autor lleva por rutas singulares y la
literatura gris es esquiva por naturaleza; sigue siendo un ejercicio válido
visibilizar esas prácticas educativas alternativas y resistentes desde el
prisma externo de alguien que no pertenece a ningún colectivo pero está
interesado en esas configuraciones emergentes desde lo pedagógico y lo
tecnológico.
Varios conceptos, de raíz no
pedagógica, han buscado acercarse al núcleo de estas prácticas desde la
perspectiva de las artes y la ciencia. En el primer caso, las prácticas
artísticas colaborativas, aspiran a reforzar procesos antes que productos y
ponen en primer plano iniciativas que fomentan, valga la redundancia, lo
colaborativo, lo artístico, la innovación social y el diálogo en comunidades
concretas alejadas de las esferas museísticas, en aras de promover algún tipo
de cambio social. En el segundo caso, los laboratorios ciudadanos funcionan
como incubadoras de comunidades y son un ejercicio abierto donde aprendemos a vivir
juntos en un marco de diferencia. Antes que fomentar otras representaciones y
objetos epistemológicos de vieja data (hechos, conceptos, cosas, protocolos, etc), estos laboratorios promueven sutilmente otras maneras
de componer lo anterior y de estar juntos. Con todo, esta idea es relativamente
nueva y todavía en evolución. Desde una postura negativa, algunos
autodenominados laboratorios ciudadanos pueden resultar ser meros telecentros o
espacios de acceso digital y no de creación conjunta; ser espacios en los que
la voz experta opaque por completo las de los demás o bien ser espacios
explotados por las empresas. O apelando al optimismo, muchos espacios pueden
cumplir varios de los rasgos señalados aunque no se nombren de esa manera e
incluso tengan una resistencia al término por la posible carga semántica que
conlleva.
Sin duda, los conceptos similares
reseñados (las prácticas artísticas colaborativas y laboratorios ciudadanos)
presentan algunas semejanzas con las prácticas que se han tratado de realzar
acá. Pero también algunas diferencias. Entre las semejanzas, ese énfasis común
hacia lo colaborativo, participativo, procesual, performativo, contextual,
experiencial, comunitario y dialógico en el diseño de las prácticas. Sin
embargo, la principal diferencia radica en que muchas iniciativas no se
reconocen así mismas como artísticas ni como científicas así sea en un sentido
amplio y difuminado de los términos. Si bien algunas iniciativas tienen una
relación más que evidente con el mundo de las artes (por ejemplo, MAMM, Museo de Antioquia o Casa
Tres Patios) y las ciencias (por ejemplo, Parque Explora), si mucho se podría afirmar que varias de ellas lo
que hacen es coquetear con lo artístico (por ejemplo, Morada Casa de las Estrategias y PorEstosDías) y lo científico (por ejemplo, Un/Loquer) antes que ser lugares que se dediquen de manera
exclusiva a lo uno u lo otro. Con todo, por la naturaleza híbrida y cambiante
de estos espacios, es cierto que sí se acercan a las formas de trabajo de ambas
áreas, invitan a personas y colectivos de las ciencias y el arte, y abogan por
escenarios multidisciplinares en los que precisamente esa categoría disciplinar
o por áreas pierde sentido.
En cualquier caso, este breve
recorrido ilustra, por una parte, que el exponencial ensanchamiento del acto
educativo es un hecho que podría explorarse con mayor vigor y consistencia en espacios
formativos como las Facultades de Educación ya que al fin y al cabo la
reflexión pedagógica no se circunscribe ni se reduce a la praxis educativa
escolar. Por otra, que este tipo de iniciativas ciudadanas, por su complejidad
y heterogeneidad, demandan miradas interdisciplinares ya que son muchas las
aristas en juego.
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* Este artículo es una versión resumida y modificada de uno de los capítulos que hacen parte del trabajo "El hilo de Ariadna: concepto y prácticas de educación expandida" que se está haciendo en el marco de los estudios de Doctorado en Educación, línea de investigación Educación y TIC, en la Universidad de Antioquia.
[1] Graduado de Filosofía y la Maestría en Educación de la Universidad de Antioquia. Candidato a doctor en Educación de la misma institución. Miembro del grupo de investigación Didáctica y Nuevas Tecnologías
[2] Véase http://www.cccb.org/es/
[4] Como dato complementario, a esta red pertenece Platohedro, uno de los colectivos de la ciudad mencionados. Véase http://www.artscollaboratory.org/
[5] Véase http://redelabs.org/
[8] Véase http://segib.org/
[9] Hay dos fuentes adicionales que vale la pena revisar. Primero, la universidad EAFIT realizó un video documental del evento que está disponible en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=I7RRU75BniU. Segundo, en la página web archive.org se encuentran varios archivos sonoros alrededor del mismo. Por ejemplo, es interesante escuchar esta reunión de preparación realizada un año antes https://archive.org/details/LabSurLab_2001_mitin1
[12] Entre los activos, vale mencionar por ejemplo, PiNG de Francia: http://www.pingbase.net/. Medialabab de España: http://medialab-prado.es/. Eyebeam de los Estados Unidos: http://eyebeam.org/. Hipetrópico, un grupo de investigación de la Universidad de Antioquia (Medellín) que explora la convergencia entre arte y tecnología: http://hipertropico.webnode.es/. La universidad de los niños, un programa de la universidad EAFIT (Medellín) que acerca a los niños los saberes producidos en contextos universitarios a través de juegos, conversaciones y experimentaciones: http://www.eafit.edu.co/ninos/Paginas/inicio.aspx. Entre los inactivos, finalizados o sin ninguna información actualizada al momento de escribir estas líneas, addsensor de España: http://www.addsensor.com/. Escuelab, de Perú. Como su página está caída al momento de escribir esta nota al pie, comparto esta entrada que contiene información sobre el proyecto: http://arellanojuan.com/escuelab-una-comunidad-tecnologica-en-lima/. DreamAddictive Lab, de Tijuana: http://dalab.ws/. De Colombia, Antena Mutante, GeoMalla y la Direkta, al menos con los integrantes originales que asistieron al evento.
[13] En la actualidad, se presentan como una
plataforma creativa colaborativa que se dedica a la investigación,
experimentación y la autoformación particularmente de los jóvenes pero sin
reducirse a ellos. Se inspiran en la filosofía del Buen Vivir y el Buen
Conocer; asumen en lo posible una postura de escucha hacia otros colectivos y
personas; documentan sus procesos de manera abierta y apelando licencias
libres; apuestan por dinámicas comunicativas horizontales ajenas al clásico
estilo broadcasting;
defienden las prácticas glocales; abogan por la
participación y la democracia de código abierto; y promueven las tecnologías
libres para la creación, publicación y distribución de contenidos. Para mayor
información, véase http://platohedro.org
[14] Si bien en su página web se presentan como
un hackerspace,
en otros espacios se han presentado como un grupo de curiosos que
experimentan/juegan con las tecnologías, el arte, el reciclaje, entre otras.
Los proyectos en los que participan sirven de excusa para explorar ideas
emergentes, ensayar tecnologías y aprender sobre diversas temáticas. Fieles a
la ética hacker, se inspiran en la cultura libre, estimulan el trabajo en red
en línea y de manera presencial, defienden el ensayo y error de forma vigorosa,
aprenden de los procesos fallidos y procuran ser transparentes con los procesos
de sus proyectos. Su lista de correo es un espacio de discusión e intercambio de
ideas permanente. Para mayor información, véase http://unloquer.org/
[15]
Se definen como una comunidad de práctica independiente que busca resolver
problemáticas locales puntuales al tiempo que promueve el rescate de la memoria
histórica y cultural de la vereda La Loma y el corregimiento de San Cristóbal
en la ciudad de Medellín. Para sus proyectos, se inspiran entre otros en la
cultura libre, el periodismo ciudadano y comunitario, las huertas comunitarias,
los laboratorios ciudadanos, el trabajo en red y la cartografía social. Véase https://comunidadconvergentes.wordpress.com/
[16] Parecen estar inactivos. O al menos esa
lectura surge a partir de los nulos movimientos que reportan su página web y
sus medios sociales. Véase http://corporacionamigosunidos.es.tl/
[17] Esta
la primera de las tres excepciones. Si bien es una institución no formal y
reglada, este museo cuenta con un área de Educación que
es sensible a estos temas ya que ha participado en eventos como el labSurlab, el MedeLab y otros
proyectos similares. Por ejemplo, uno de los más recientes se realizó en el
2016 y se llamó Laboratorios
Experimentales. Véase: http://elmamm.org/espacios/detalle/ModuleID/595/ItemID/755/mctl/EventDetails
[18] Esta
es la segunda de las tres excepciones. Este museo realiza desde el 2007, y cada
cuatro (4) años, los Encuentros
Internacionales de Arte de Medellín (MDE), un espacio que se ha configurado
como una plataforma de trabajo, creación y visibilización para múltiples
colectivos, artistas, académicos y líderes comunitarios de diversas partes del
mundo que reconocen el valor de las prácticas artísticas para fortalecer el
tejido social, la participación ciudadana y la apropiación del espacio público
de diversas comunidades de la ciudad de Medellín. Por ejemplo, el último
encuentro, el MDE15, que se realizó desde finales del 2015 hasta inicios del
2016, tiene el siguiente tema: Historias
locales/Prácticas globales. Con la figura de Espacios anfitriones, se establecieron puentes con diversos
espacios autogestionados de la ciudad (colectivos, fundaciones, centros de arte
o plataformas) que han dinamizado la escena cultural, artística e incluso
educativa de la ciudad. Son once (11) y son los siguientes: Campos de Gutiérrez, Casa de Las Estrategias-Casa Morada, CasaTresPatios, Corporación Cultural Nuestra Gente, El puente_lab, Platohedro,
PorEstosDías, Proyecto NN, Rizoma Ultravioleta, Taller 7 y Un/loquer. Sin
duda, aquí aplica el tópico: son todos los que están pero no están todos los
que son. Véase https://www.museodeantioquia.co/los-mde/
[19] Este espacio híbrido entre lo público y lo
privado, inaugurado en el 2008, busca la convergencia entre la cultura, el arte
y la educación. Su foco está puesto no sólo de los habitantes de la comuna en
la que está inscrita en términos arquitectónicos sino de toda la ciudad. Véase http://centroculturalmoravia.org/
[20] Véase http://www.labtolab.org/
[21] Constant, de Bruselas (Bélgica): http://www.constantvzw.org/. Medialab-Prado, de Madrid (España): http://medialab-prado.es/. Kitchen Budapest, de Budapest (Hungría): http://kitchenbudapest.hu/. PiNG, de Nantes (Francia).
[23] Para ver el documento en línea, véase https://issuu.com/elpuertomammpublicaciones/docs/medelab2013
[24] Es un espacio artístico alternativo que
desde el 2006 entrecruza la investigación, la pedagogía y las prácticas
artísticas tanto a nivel local como internacional. En el 2012, aprovechando un
trabajo de formación conjunto con la Alcaldía de Medellín, precisaron su
enfoque pedagógico el cual se vio materializado en una metodología denominada Laboratorios Comunes de creación y en un
programa que llaman Instituto para el
Desarrollo de la Incertidumbre. Entre otros referentes, conjugan el arte,
la experimentación, el error y la expresión corporal. Para mayor información,
véase http://www.casatrespatios.org
[25] Este lugar, que inició operaciones en el 2013, sigue los principios del trabajo en equipo (coworking) y busca, entre otros, facilitar un espacio en el que sea posible el intercambio de ideas entre emprendedores y la creación de redes y alianzas estratégicas entre diversos actores. Véase http://www.epicentro.com.co
[26] Proyecto intermitente de exploración sonora del Valle de Aburrá (Antioquia). Vienen realizando acciones desde el 2011 y fue creado por el colectivo ÉTER. Véase http://valleinvisible.eter-lab.net/
[27] Esta es la tercera de las tres excepciones. A pesar de su formalidad en términos de organización, en los últimos años ha liderado diversos proyectos educativos que apuestan por entrar en diálogo con otros colectivos, abogan por la idea de expandido y que tienen una relación estrecha entre ellos. Por ejemplo, el Exploratorio, que se inaugura a finales del 2016: http://www.parqueexplora.org/exploratorio; Territorio Expandido (finalizado): http://www.parqueexplora.org/territorioexpandido; y el CISC + Laboratorio de ideas (en marcha): https://cisclaboratoriodeideas.wordpress.com/.
[28] Iniciativa que se
viene desarrollando desde el año 2011 y cuyo propósito es favorecer un espacio
en el que se pueda compartir, de manera altruista, informal y voluntaria,
conocimientos, saberes, habilidades, gustos y aficiones de diversa índole. Para
ello, las sesiones se han venido realizando en un bar, con entrada gratuita y
con una regularidad de al menos dos veces por semana, en el que se promueve no
sólo una escucha atenta sino también una retroalimentación permanente y
respetuosa entre el expositor y los asistentes. Todas las sesiones se emiten en
directo a través de internet, sin ningún tipo de restricción para su
visualización y se multiplican por las redes sociales que tiene esta iniciativa.
Por ejemplo, en su página de Facebook https://www.facebook.com/lodoyporquequiero/?fref=ts
[29] Trabaja desde el 2011 con jóvenes y diversos colectivos en aras de promover el arte, la disminución de la violencia, explorar modelos alternativos de sostenibilidad y adelantar procesos de formación. Véase http://casadelasestrategias.com/
[30] Es un colectivo que usa la tecnología para producir, publicar, difundir y experimentar con la música según el paradigma de la cultura libre. Véase http://monofonicos.net/info/
[31] Es un espacio alternativo artístico que funciona desde el 2012. Realiza exposiciones, cine clubs, cenas, residencias artísticas, charlas, talleres, entre otros. Véase http://porestosdias.org/
[32] Activos desde el 2009, es un grupo ciudadano interesado por la apropiación del espacio público desde la perspectiva de la arquitectura y el diseño. Véase http://www.proyectonn.com/
[33] Este netlabel funciona desde hace 10 años. Es un proyecto independiente de difusión sonora y musical en línea. Aunque su página web está caída a la fecha de escribir esto, hay un documental alojado en YouTube sobre ellos. Véase https://www.youtube.com/watch?v=bCjSCD8pVCY
[34] Se presenta como un dispositivo cultural nómada alrededor de temáticas asociadas a las prácticas artísticas contemporáneas, el uso de las tecnologías por parte de las comunidades y el análisis de los procesos sociales realizados en la comuna 4 de la ciudad de Medellín. Inició en el 2012 gracias al trabajo conjunto entre el Centro de Desarrollo Cultural de Moravia, el colectivo no2somos+ y otras personas de la comunidad. Aunque no tiene una página web oficial, parece seguir activo según su canal en YouTube. Véase https://www.youtube.com/channel/UCHyy6Q6y3gVI7AX08GyHgAg
[36] Para mayor información sobre esta ruta
azarosa de videos, véase http://www.juancanola.com/una-pelicula-al-azar/
[37] No tienen página web pero sí un grupo en
Facebook. Véase https://www.facebook.com/groups/587205188056447/?fref=ts
[38] En Wikipedia hay una entrada en inglés al
respecto: https://en.wikipedia.org/wiki/Live_coding
[39] Desde el
ámbito educativo, hay una serie de conceptos que presentan algunas
semejanzas con lo desarrollado en este escrito en la medida que defienden una
concepción ampliada frente la educación y la pedagogía; diferencian entre
escolarización y educación; aceptan que los lugares y los tiempos para el
aprendizaje se están ensanchando y difuminando; rescatan la dimensión social de
la educación; y en suma que las reflexiones educativas ya no se circunscriben
exclusivamente al ámbito formal. Sin embargo, se diferencian en que sus
reflexiones surgen casi siempre desde el seno de la institucionalidad escolar;
en muchos casos hablan de estudiantes que tienen otras alternativas formativas
y no de aprendices que simplemente desean saber algo; el referente de la
formalidad está muy presente y en el fondo parecen evidenciar un vínculo, fuerte o débil, pero vínculo al fin y al cabo, con
la educación reglada. Aunque cada término merece un
desarrollo más elocuente, que los límites de estos artículos no permiten,
escribía lo anterior pensando en el aprendizaje
sin fisuras (Kuh,
1996; Sharples et al., 2012), aprendizaje fusión (Sharples
et al., 2015), aprendizaje ubicuo (Burbules, 2013; Gros, Kinshuk, & Maina, 2016), pedagogía pública (J. A.
Sandlin, O’Malley, & Burdick, 2011; Jennifer A. Sandlin, Schultz, &
Burdick, 2010) y pedagogía social (Hämäläinen & Nivala, 2015; Úcar Martínez & Hämäläinen,
2016).
[40] Por asuntos de espacio, hay otros dos términos relativamente cercanos que no se desarrollan en detalle acá. Uno es el Net-Art y el otro es el de movimientos de innovación de base (en inglés, grassroots innovation movements).