Encrucijada en la agenda global 2020-2024: entre cooperación para el desarrollo mundial y la ayuda militar a Ucrania
The Global Agenda, 2020-2024 in Crossroad: Between Global Development Cooperation and Military aid to Ukraine
Juan Pablo Prado Lallande
Cómo citar:
Prado Lallande, J. P. (2024). Encrucijada en la agenda global 2020-2024: entre cooperación para el desarrollo mundial y la ayuda militar a Ucrania. Revista Internacional de Cooperación y Desarrollo. 11 (2),7-20
DOI: https://doi.org/10.21500/23825014.6612
Autor
Doctor en Relaciones Internacionales y Magister en Cooperación Internacional por la Universidad Complutense de Madrid. Licenciado en Relaciones Internacionales por la UNAM. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Puebla, México. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Sus líneas de investigación se dedican a la cooperación internacional y a procesos de integración.
Correo electrónico: juanp.prado@correo.buap.mx
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Revista Internacional de Cooperación y Desarrollo.
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Tipo de artículo: Resultado de investigación
Recibido: feberero de 2024
Revisado: marzo de 2024
Aceptado: octubre de 2024
OPEN ACCESS
Resultado de Investigación
Resumen
De enero del 2020 a diciembre de 2024, la pandemia generada por el COVID-19, la intervención rusa en Ucrania, la guerra israelí en Gaza a causa de los atentados de Hamás y los ataques a Líbano en contra de Hezbolá, junto con un ramillete de adversos sucesos, afectaron de manera determinante la agenda global del desarrollo y, en consecuencia, a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Durante este cuatrienio, como ha ocurrido en épocas pasadas, y conforme lo establecen las premisas realistas de las Relaciones Internacionales, los criterios geopolíticos y militares predominan en la conducción de asuntos mundiales. Frente a ello, cabe preguntar cuál es el estado de la agenda global del desarrollo del 2020 al 2024 y, en este sentido, cuáles son las directrices generales de la cooperación internacional frente al presente convulso estado mundial, en particular de cara a la pandemia a causa del COVID-19 y a la securitización del entorno internacional y los efectos más significativos de estos y otros sucesos respecto a los ODS. Para responder a esta pregunta de investigación, este artículo tiene el objetivo de analizar los elementos más significativos de los cuales depende la agenda global del desarrollo durante el cuatrienio 2020-2024, en donde sobresalen los ODS, cuyo estado actual, conforme lo señala Naciones Unidas, no es alentador.
La hipótesis que guía la investigación argumenta que, si bien la pandemia se extinguió, y con ello se avizoró un contexto propenso a favor de causas mundiales, la agenda global del desarrollo del año 2020 al 2024 se encuentra inmersa en una encrucijada, debido a los efectos del COVID-19, a la guerra en Ucrania y la ingente ayuda militar a Kiev y, de forma más actual, la Crispación en Oriente Próximo a causa de los enfrentamientos en Gaza y Líbano. Estos factores debilitan a la cooperación internacional necesaria para promover propósitos globales, donde el estado actual de los ODS es preocupantes e, incluso, en algunos casos registra regresiones.
Palabras clave: Agenda global del desarrollo; cooperación internacional; securitización; ayuda militar; Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Abstract
From January 2020 to December 2024, the pandemic generated by COVID-19, the Russian intervention in Ukraine, the Israeli war in Gaza due to the Hamas attacks, together with a series of adverse events, had a decisive impact on the global development agenda and, specifically, on the Sustainable Development Goals (SDGs). During this quadrennium, as has been the case in the past, and in accordance with the realistic premises of International Relations, geopolitical and military criteria predominate in the conduct of world affairs. In view of this, it is worth asking what is the state of the global development agenda from 2020 to 2024 and, in this sense, what are the general guidelines for international cooperation in the face of the present convulsive world state, particularly in the face of the pandemic caused by COVID-19 and the securitization of the international environment and the most significant effects of these and other events with respect to the SDGs. To answer this research question, this article aims to analyze the most significant elements on which the global development agenda for the 2020-2024 quadrennium depends, in which the SDGs stand out, whose current state, as indicated by the United Nations, is not encouraging.
The hypothesis that guides the research argues that, although the pandemic was extinguished, and with this, a context prone to global causes was initially foreseen, the global agenda from 2020 to 2024 is immersed in a crossroads. This is largely due to the effects of Covid-19, the war in Ukraine, along with other conflagrations, which cause growing global securitization, and, for example, enormous military aid to Kiev and, more recently, the crisis in the Middle East due to the fighting in Gaza and Lebanon. These factors weaken the international cooperation necessary to promote global purposes, where the SDGs stand out, whose current state, as dictated by the United Nations Reports, in light of the previously described events and other causes, are worrying and, even, in some cases, they register regressions.
Keywords: Global development agenda; international cooperation; securitization; military aid; Sustainable Development Goals.
1. Introducción
De enero del 2020 al 2024, la pandemia generada por el COVID-19, la intervención rusa en Ucrania, junto con un ramillete de adversos sucesos adicionales, afectan de diversas maneras a la agenda global del desarrollo, y concretamente, tal y como distintos Informes de Naciones Unidas lo señalan (y que se analizan más adelante) a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En un principio, conforme avanzó la aplicación de vacunas contra el COVID-19, esta fatídica enfermedad cedió paulatinamente, lo que despertó un renovado contexto mundial a favor de la atención de viejos y nuevos retos planetarios, encumbrados en la Agenda 2030 y en sus ODS, promovidos desde la Organización de las Naciones Unidas (ONU), mediante la emblemática Resolución de la Asamblea General A/Res/70/1, que desde el año 2015 todo país se comprometió a impulsar (ONU, 21 de octubre, 2015). Sin embargo, desde el año 2022 a la actualidad, el fantasma de las guerras en distintas latitudes del planeta y otros sucesos que generan crisis humanitarias, reviró el alentador y efímero panorama que avizoraba un entorno de colaboración a favor de causas globales.
A la luz de lo anterior, el tema se identifica pertinente, en especial considerando la inexistencia de artículos recientes que aborden este asunto.1 Frente a ello, la pregunta de investigación del presente texto es cuál es el estado de la agenda global del desarrollo del año 2020 al 2024 y cuáles son las directrices generales de la cooperación internacional frente al presente convulso estado mundial, en particular de cara a la pandemia a causa del COVID-19 y a la securitización de la agenda global y los efectos más significativos de estos y otros sucesos respecto a los ODS.
En concordancia con lo anterior, este artículo tiene el propósito de analizar los elementos más relevantes de la agenda global del desarrollo del año 2020 al 2024, haciendo énfasis en la cooperación internacional dedicada a afrontar la pandemia por COVID-19 y el actual entorno de securitización mundial, que prioriza la ayuda militar a Ucrania por encima de colaboración en pro de compromisos más amplios, en donde sobresalen los ODS, cuyo estado actual, conforme lo señala Naciones Unidas, a la luz de los factores previamente referidos y otras circunstancias afines, no es alentador, sino lo contrario.
La hipótesis que orienta a la investigación argumenta que, si bien la pandemia se extinguió, y con ello en un principio se avizoró un contexto propenso a favor de causas mundiales, la agenda global del año 2020 al 2024 se encuentra inmersa en una encrucijada. Esto debido en buena medida a los efectos del COVID-19 y a la guerra en Ucrania, junto con la convulsa situación en diversas latitudes del planeta, causantes de una creciente securitización mundial, y por consiguiente, por ejemplo, la ingente ayuda militar a Kiev, provocan que se desvíe la atención a la cooperación internacional necesaria para el cumplimiento de los ODS, en contrasentido a lo convenido por consenso global en el año 2015 a favor de estos propósitos universales.
Esto se hace mediante una revisión académica acerca del estado de la agenda global del desarrollo durante la temporalidad descrita (variable dependiente), mediante el análisis de los principales factores de las cuales depende, en donde sobresalen los efectos de la pandemia generada por el COVID-19, así como la securitización frente a la guerra en Ucrania, y la ayuda para el desarrollo y de seguridad que se desprenden de ambos sucesos, respectivamente (variables independientes). Con base en ello, se revisa el estado de los ODS, cuyo estatus actual de forma directa o indirecta se vincula a los factores previamente descritos, conforme lo establecen diversos Informes de Naciones Unidas.
Para atender a su objetivo, además de esta introducción, el artículo se compone de cuatro secciones, y de ellas se desprenden las conclusiones. La primera sección hace alusión a la metodología utilizada para la elaboración de la investigación; la segunda estudia a la controvertida diplomacia de las vacunas en el marco del COVID-19, en donde se examinan las principales acciones colectivas que enfrentaron a este flagelo; posteriormente, en la tercera, se revisa el momentum actual en cuanto a efectos clave de la guerra ruso-ucraniana, y se enfatiza en el predominio de la ayuda militar y económica a Ucrania, por encima de la cooperación para el desarrollo a favor de causas mundiales; por último y con base en estos puntos, en la cuarta sección, recurriendo a Informes oficiales de Naciones Unidas, se hace una revisión del estado actual de los ODS, mismos que se identifican como víctimas del Coronavirus, de las conflagraciones que azotan al planeta y de otros sucesos que afectan su desempeño.
2. Metodología
La metodología utilizada para la elaboración de este artículo parte de un sistemático seguimiento, durante los últimos tres años, a los asuntos más trascendentes de la agenda global del desarrollo y de sus determinantes más apremiantes. Los planteamientos explicativos de corte conceptual y teórico aportados en el manuscrito se basan en recursos hemero bibliográficos especializados de la disciplina de las Relaciones Internacionales, dedicados, en especial, a la cooperación internacional, tanto aquella dedicada al desarrollo, como a la seguridad.
Asimismo, el estudio recurre a un amplio repertorio de informes especializados provenientes de gobiernos nacionales, organismos multilaterales públicos (en especial los Informes anuales de Naciones Unidas sobre los ODS) y privados, iniciativas ad hoc de cooperación, think tanks y de medios de comunicación de reconocido prestigio, que dan seguimiento, desde la perspectiva global, regional o temática, según cada caso, a asuntos vinculados a los temas que el artículo aborda.
3. La estratégica diplomacia de las vacunas en la era COVID-19
El COVID-19 suscitó la pandemia mundial de mayores proporciones en décadas, cuyos efectos sociales y económicos continúan latentes. Al respecto, hay que recordar que, tras el repentino brote de esta nueva enfermedad en Wuhan, China, en enero de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) avizoró la existencia de una “emergencia global” (BBC News, 31 de enero, 2020). Tras confirmar su veloz propagación a nivel internacional, el 11 de marzo del 2020, la referida instancia con sede en Ginebra la declaró pandemia mundial, por cierto, la primera generada por un Coronavirus.
El comunicado oficial de la OMS a ese respecto tuvo dos vertientes: por un lado, realista, al señalar que “…el organismo está preocupado por la propagación y los retos que enfrentan los países que combaten al virus”. Por el otro lado, el mensaje fue de alguna manera optimista, expresando que varias naciones “han demostrado que este virus puede ser suprimido y controlado” (WHO, March 11th, 2020). El previsorio señalamiento de doble vía dilucidó lo que, en efecto, el mundo experimentó en años subsiguientes. Primero, un desolador contexto de muerte, que arrojó cerca de siete millones de defunciones oficiales en el mundo (WHO, June 15th, 2023). Segundo, como suceso alentador, la OMS acertó en cuanto a que, gracias a las acciones de distintito tipo (que van desde la comercialización hasta la donación de insumos médicos relacionados con esta enfermedad), se logró contener la mortandad del virus, lo cual se hace patente mediante las más de 13 500 millones de dosis de vacunas a escala planetaria que, en tiempo récord, a la fecha se han logrado crear, producir y aplicar.
Más allá de ello, llama la atención la inequidad en cuanto a la aplicación de las vacunas, dado que, si bien para mediados de junio del año 2023, el 70% de la población mundial había sido beneficiada con al menos una dosis, tan solo el 32% de la población en los países menos desarrollados contaba con ella (Our World in Data, 17, August, 2023).
En este sentido, la OMS señala que el reto en cuanto a reducir la inequidad en la dotación de inyecciones con el antígeno continúa latente, dado que, por señalar un ejemplo, en África, el 67% de su población continuaba sin recibir el cuadro completo (WHO, January 5th, 2023).
Si bien la mayoría de las vacunas se adquieren mediante procesos convencionales de compra-venta por parte de gobiernos nacionales a las farmacéuticas, las donaciones vía gobiernos nacionales de este vital insumo reflejan, de alguna manera, la compleja dinámica de la cooperación internacional para el desarrollo.
China, epicentro de la pandemia, fue el primer oferente a escala mundial, con 2200 millones de dosis donadas a terceros países (Xiaohui, March 1st 2023). Estados Unidos es el segundo donante, con 1100 millones de dosis (KFF, July 14th, 2023) (la mitad respecto a la oferta china), de las cuales cerca del 73% se ofrecieron por la vía bilateral y 276 millones (poco más de un tercio) por la multilateral, mediante la Iniciativa COVAX.2
La razón de que China registra reducidas donaciones vía COVAX puede explicarse, en parte, porque la OMS avaló las vacunas de ese país asiático (entre las que se destacan Sinovac y Sinopharm) a finales de 2021, lo que impidió que estos insumos se incluyeran en el portafolio de dicha iniciativa. Esta circunstancia fue aprovechada por Beijing para priorizar su donación por la vía bilateral y, de esa forma, convertir sus donaciones en un pragmático y visible instrumento de política exterior, tal y como otros países también lo han hecho.
Es así, aunque con menor dinamismo como entró en escena la denominada “diplomacia de las vacunas”, la cual consiste en que países productores de la ansiada inoculación la ofrecieran a terceros de forma selectiva, con base en intereses políticos, económicos y geoestratégicos, a efecto de ampliar el mercado de sus farmacéuticas, y, de paso, lograr gratitud por parte de los receptores. Este suceso, que no escapa al ejercicio de poder en este tipo de actos oficialmente catalogados como solidarios, amplía el margen de acción del donante para, por ejemplo, establecer determinadas condicionantes políticas, económicas, etc., al beneficiario. Esta situación, que ha sido ampliamente analizado respecto al caso chino (Lin et al., September 30th, 2021), se replica en una vasta cantidad de oferentes de este producto, sean países desarrollados o en desarrollo (Prado, 2020). Incluso, este tipo de donaciones suelen difundirse en redes sociales de manera amplia, a manera de “generosos obsequios”, por ejemplo, mediante la cada vez más recurrente diplomacia digital dedicada a este asunto (Bjola & Coplen, 2023).
Lo hasta aquí sintetizado, que desde luego no agota el tema, refiere la complejidad asociada a esta inesperada pandemia y a algunas reacciones por parte de la comunidad internacional, en donde, como se ha visto, el multilateralismo (por ejemplo, vía COVAX) no consiguió liderar los actos necesarios para enfrentar a este desbordante desafío mundial,3 dado que la adquisición de vacunas por la vía comercial y las donaciones mediante el esquema bilateral, concentraron las acciones a este respecto. Esto replicó los endémicos esquemas de inequidad entre el Norte y el Sur y el Sur mismo, en cuanto a que los países menos estratégicos respecto a las potencias centrales y emergentes enfrentaron, con menores oportunidades, a la pandemia, la cual, si bien el 5 de mayo de 2023 fue declarada concluida por la OMS, dada su prevalencia como enfermedad, continúa generando estragos humanitarios y económicos, tal y como se analiza posteriormente.
4. La ayuda militar y económica a Ucrania por encima de la ayuda para el desarrollo al mundo
Cuando la pandemia por COVID-19 comenzó a menguar, y se abría espacio para dilucidar un mundo propenso a retomar la senda del desarrollo, en febrero de 2022, Rusia inició una segunda invasión a Ucrania.4 Si como se vio en el apartado anterior la pandemia por COVID-19 distorsionó a la agenda global, este acto bélico y unilateral reconfiguró y dividió al sistema internacional en su conjunto, en detrimento de la paz, la seguridad y el desarrollo, propiciando una nueva securitización de la agenda global y, en consecuencia, de la cooperación internacional en sus distintas variantes.5
Una clara expresión de ello es el fuerte incremento del gasto militar mundial utilizado para enfrentar al ejército ruso y otros desafíos, el cual, en 2022, aumentó 3,7% en términos reales respecto al año anterior, llegando a la cifra récord de 2,24 billones de dólares, (2,24 trillion dollars) (SIPRI, 24 de abril, 2023).
Estados Unidos, el país que históricamente gasta más en defensa (casi el 40% del total mundial), incrementó 0,7% sus recursos en este sector, llegando a los 877 000 millones de dólares en 2022. Europa occidental no se quedó atrás, invirtiendo 345 000 millones de dólares en ese año, mientras que Rusia, el invasor, hizo lo propio en 9,2% (86 000 millones de dólares, equivalente al 4,1% del PIB). Ucrania, el Estado invadido, pasó de destinar el 3,2% de su PIB, a la exorbitante suma de 34% (44 000 millones de dólares) (SIPRI, 24 de abril, 2023). Y no olvidar a China, segundo país con mayor gasto militar mundial, que elevó 4,2% su partida, utilizando 292 000 millones de dólares de su presupuesto para fortalecer sus fuerzas armadas, continuando con su tendencia de 28 años al alza en este rubro (SIPRI, 24 de abril, 2023).
La guerra en Europa Oriental, dado que trastoca intereses vitales occidentales, conlleva a que la ayuda militar a Kiev se desborde, con cifras también alarmantes. Al momento actual, el gobierno en Washington D.C. ha destinado a Ucrania la sorprendente suma de 176 000 millones de dólares desde que inició la guerra a septiembre de 2022, de los cuales 608 000 millones corresponden a ayuda militar (la cual, en realidad, mediante el esquema de ayuda atada, se gasta en empresas estadounidenses), 33,3 mil millones a ayuda económica y 2,8 mil millones a ayuda humanitaria (Masters & Merrow, 2024). La Unión Europea, que por vez primera en su historia asignó una partida a este sector, supera los 5000 millones (Council of the EU, 13th April 2023) y el Reino Unido ha otorgado una cifra algo superior a la de sus pares europeos (UK Parliament, May 23th, 2023).
Datos provenientes de esta investigación sobre la ayuda militar a Ucrania que al momento actual conceden 47 países en el mundo, arrojan que el monto total, a escala mundial, se aproxime, como mínimo, a los 120 000 millones de dólares. Un ejemplo adicional a ese respecto son los 50 000 millones de dólares que el G7 acordó ofrecer a Ucrania, cuyo origen son los activos rusos congelados en países occidentales, de los cuales 35 000 millones provienen de miembros de la Unión Europea, catalogados como Asistencia Macro Financiera (European Parliament, October, 23th, 2024), un monto que, por cierto, no se trata de donación, sino de préstamo a Kiev.
Ahora bien, fuera de la órbita de la ayuda militar, y en concreto, en la colaboración que los gobiernos de los países desarrollados año con año otorgan a los Estados en desarrollo para mejorar sus condiciones económicas y sociales, a primera vista y en términos cuantitativos, las noticias son positivas. En el año 2022 la cifra de este monto (denominada Asistencia Oficial al Desarrollo –AOD–)6 fue de 204 000 millones de dólares (cifra récord), un aumento del 13,6% en términos reales respecto a la cuantía del año anterior (OECD, April 12th, 2023).
Ahora bien, como señala Teresa Hayter (1976), la ayuda externa al desarrollo es parecida a una alcachofa, la cual, para conocer sus enigmas, debe deshojarse conforme a las partes que la componen y, de esa amanera, conocer su verdadero “corazón” desarrollista. Pues bien, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la institución que contabiliza a la AOD que ofrecen los países desarrollados,7 explica que, de ese monto, un 14,4% (29 000 millones de dólares) corresponde a recursos que los donantes utilizan para solventar los gastos de recepción de refugiados en sus propios territorios (OECD, April 12th, 2023).
Es decir, este cuestionado rubro de AOD consiste en recursos oficiales que los donantes gastan en sus propios países para atender a los refugiados (en especial ucranianos que huyen de la devastación ocasionada por Rusia).
En este mismo orden de ideas, otros 16 100 millones de dólares de la AOD en 2022 son recursos que los oferentes concedieron a Ucrania en calidad de ayuda económica (diferente a la ayuda militar), de los cuales 1800 millones de dólares se etiquetan como ayuda humanitaria (OECD, April 12, 2023). Esto implica que, de los 204 000 millones de dólares de AOD destinados a todo el mundo en desarrollo, en el año 2022, 45 100 millones, es decir, el 22%, están asociados de alguna manera con la guerra en Ucrania.
Ahora bien, aun y considerando los necesarios apoyos a personas refugiadas en los países donantes, la AOD total en 2022 también hubiera crecido respecto al año previo, dado que, por primera vez en varios años, los apoyos a los países menos adelantados vieron crecer sus arcas en un 9% (en años recientes no había dejado de caer) (OECD, April 12, 2023), en parte a la provisión de vacunas contra el COVID-19. Sin embargo, una potente razón de ello, como suele ocurrir en momentos en donde, como sucedió durante la Guerra Fría –tal y como lo explica la Escuela Realista de las Relaciones Internacionales–, la seguridad incide en la lógica de otorgamiento de AOD (Morgenthau, 1962; Baldwin, 1969; Sexton & Decker, 1995). Ello dado a que los donantes utilizan a la AOD como recurso de poder para intentar consolidar o ampliar alianzas políticas en sus receptores, de cara a la guerra en Ucrania. Esto en aras de, por ejemplo, ganar votos en foros multilaterales vs Moscú o, incluso, para competir con la versátil y reciente ayuda china a los países del Sur. Todo esto pone de manifiesto la vigencia del precepto “la ayuda a los aliados por encima de la ayuda al desarrollo” (Illán, 2004, p. 154), lo cual nos remite a identificar al “corazón de la alcachofa”, al cual Hayter hacía referencia en su libro previamente citado, sobre los usos políticos de la cooperación para el desarrollo. Lo dicho implica que la AOD en 2022 se explica en parte con base en el referido precepto de securitización y no necesariamente en preceptos normativos y solidarios,8 lo que, como se revisa en el siguiente apartado, aleja las posibilidades para que se honren los principios de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible en cuanto al principio de no silos, integralidad y “no dejar a nadie atrás”.
5. La Agenda 2030 y los ODS:9 víctimas del Coronavirus, guerras y otros condicionantes
Si el mundo no estaba avanzando lo suficiente en cuanto a la atención de los ODS antes del advenimiento del COVID-19,10 tras esta pandemia, “… el desafío se ha magnificado muchas veces…” lo cual amplía el reto para lograr la Agenda 2030. Así lo expresó el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas, de cara al Foro Político de Alto Nivel, que en 2020 se reunió para evaluar el cumplimiento de los referidos propósitos universales (ONU, s/f).
A ese respecto, el Informe 2020 sobre los ODS señaló que, como consecuencia de la calamidad médica referida por primera vez en muchos años aumentó el número de personas en extrema pobreza, sumando 71 millones más, adicional de que más de 500 millones de niños carecieron de educación a distancia, sin olvidar, entre otras catástrofes, que se perdieron 400 millones de puestos de trabajo. Ello y muchas más circunstancias asociadas al temido virus engendró la peor recesión económica mundial desde la Gran Depresión de la década de los treinta del siglo xx, entre otras calamidades (ONU, 2020b).
El Informe correspondiente al 2021 avizoró un futuro aún más complejo, al alertar que las personas más pobres y vulnerables tenían un mayor riesgo de infectarse y que seguramente cargarían “con la peor parte de las consecuencias económicas”, amenazado el sustento de 1600 millones de trabajadores de la economía informal” (ONU, 2021, p. 3), tal y como, en efecto, ocurrió.
Por su parte, el Informe sobre los ODS que aborda al año 2022 (con datos del 2021) mantuvo la tendencia negativa en cuanto al logro de estas aspiraciones. De hecho, advierte lo siguiente:
El Informe de este año presenta un panorama especialmente preocupante. El uso de los últimos datos y estimaciones disponibles revela que la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible está en grave peligro debido a las diversas crisis progresivas e interrelacionadas. Predominan la COVID-19, el cambio climático y el conflicto armado. (ONU, 2022, p. 3)
Con 93 millones de personas adicionales arrojadas a la pobreza extrema respecto a 1998, se corroboró la tendencia al alza de este indicador, lo cual, entre innumerables efectos, motivó que en ese año el mundo estuviese al borde (o, de hecho, inmerso) de una crisis alimentaria, con cerca de 828 millones de personas que padecieron hambre en ese año (ONU, 2022).
En línea con lo dicho antes, una de las víctimas más evidentes de la pandemia es la inequidad de ingreso a escala planetaria, la cual se profundizó en 1,2%, en lugar de que, como se esperaba, disminuyera 2,6% del 2017 al 2021 (ONU, 2022).
Continuando con esta tendencia, el Informe Especial sobre los ODS del 2023 (previo al informe oficial que al tiempo actual no se ha emitido) en ese año es enfático, al manifestar que “El mundo se expone a fracasar estrepitosamente en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible si no se toman medidas para acelerar su implementación” (ONU, 10 de julio, 2023).
El estudio es abrumador, al sentenciar que “de las aproximadamente 140 metas que se establecieron para cumplir con los ODS, la mitad están lejos o muy lejos de seguir la trayectoria deseada. Incluso, más del 30% de estas metas no han experimentado ningún avance o, lo que es peor, muestran una involución con respecto a la situación de 2015” (ONU, 10 de julio, 2023).
Si bien esto es cierto, lo es también que, a la luz de la crisis rusa-ucraniana, la alarma en cuanto al número de refugiados en el mundo se incrementó. Así lo hizo saber la ONU, al alertar que desde 1946 el mundo es testigo del mayor número de conflictos violentos, ocasionando que el 25% de la población mundial habite en naciones afectadas por este tipo de sucesos. En términos absolutos, el Informe sobre los ODS de Naciones Unidas del 2022 apunta que África septentrional y Asia occidental contabilizaron cerca de nueve millones de refugiados, África subsahariana sumó alrededor de siete millones y América Latina y el Caribe 4,5 millones, mientras que la ofensiva a Ucrania ha acumulado más seis millones de refugiados y, al menos, ocho millones de desplazados internos (ONU, 2022). El tema es tan grave que, en 2023, estos datos aumentaron, contabilizándose 108 millones de personas desplazadas, de las cuales 35,3 millones son refugiados, cifra récord desde la Segunda Guerra Mundial (Acnur, 2023). Siria, Ucrania y Afganistán son los principales emisores, mientras que Turkiye, Irán y Colombia son los receptores más recurridos.
La conflagración rusa-ucraniana no solo arroja a desplazados y refugiados por el mundo. Un asunto asociado a ello es que este conflicto es un potente generador de pobreza y hambre en vastas regiones del orbe. ¿La razón? ambos países se caracterizan por exportar, entre otros, alimentos, energía y minerales. Por ejemplo, rusos y ucranianos proveen el 30% y el 20% de las exportaciones mundiales de trigo y maíz, que en África estipulan el 50% de sus adquisiciones. Asimismo, son considerados “graneros del mundo”, producen y exportan fertilizantes que llegan a plenitud de sembradíos en el mundo. La guerra, que dificulta la producción y exportación de estos insumos, al generar desabasto, dispara los precios de combustible, fertilizantes, y, desde luego comestibles, cuya principal implicación es el aumento de inseguridad alimentaria en el mundo (ONU, 2022).
De ahí los esfuerzos de la ONU con el respaldo de Turkiye para celebrar acuerdos entre Moscú y Kiev (Iniciativa de Granos para el Mar Negro),11 que permitan la salida de productos agropecuarios ucranianos al mundo, el cual, tras funcionar relativamente bien durante varios meses, el 18 de julio de 2023 fue interrumpido de manera unilateral por Rusia, complicando aún más el mercado global de estos productos, de los cuales, como se ha visto, dependen varios ODS.
Como corolario, y con base en fuentes primarias proveniente de Naciones Unidas, se constata que la Agenda 2030 y, en especial la mayoría de ODS y 169 metas, no pasan por momentos adecuados dados los insuficientes avances o retrocesos a este respecto antes de la propagación de la citada pandemia, así como a la luz de los deficitarios esfuerzos de la comunidad internacional para enfrentarla. Junto con ello, el aludido conflicto eslavo, mismo que catapulta el armamentismo mundial, junto a la exponencial ayuda militar y financiera concedida al gobierno de Volodímir Zelenski para reforzar su lucha en contra de las fuerzas de Vladimir Putin, repercute en un entorno aún menos alentador. Este adverso panorama disminuye las oportunidades para honrar a los compromisos globales de desarrollo, cuya fecha de cumplimiento culmina en el año 2030; es decir, en menos de siete años.
En este sentido, la Cumbre del Futuro de Naciones Unidas, celebrada en septiembre de 2024, intenta insuflar oxígeno a la deteriorada agenda del desarrollo, aunque, como se sostiene en este artículo, el contexto internacional no facilita poner sobre la mesa las urgentes transformaciones estructurales que la ONU requiere de cara a su próximo 80 aniversario, aunque temas innovadores contenidos en el Pacto para el Futuro, la Declaración para Generaciones Futuras y el Pacto Digital son muestras de que el multilateralismo a favor de un mundo más incluyente continúa vigente. Se ha virado la Agenda 2030, catalogada como “transformadora” a “en materia de desarrollo”,12 y que engendra amplios y complejos propósitos, que incluyen los tres elementos del desarrollo sostenible (económico, social y ambiental) (Sotillo, 2017, p. 150), a una “visión de túnel”, debido al predominio de una óptica securitizada, que segrega y discrimina temas y espacios de atención.13 Esto último en función de la seguridad nacional y colectiva de países aliados desde una visión selectiva y restrictiva de los Estados más poderosos. Estas pautas de actuación, a todas luces, se conducen en contrasentido respecto al espíritu de la Agenda 2030 y en especial de sus ODS de “no silos”; principio que “convoca a abandonar el trabajo de compartimentos estancos”, a través del reconocimiento del “carácter integrado e indivisible de los ODS” (Surasky, 2017, p. 65). Tal planteamiento implica que el seguimiento de estas responsabilidades mundiales debe ser equilibrado y no, como se ha visto, decantado de forma preferencial, con base en criterios políticos y geopolíticos, hacia países, objetivos y metas supeditadas a la securitización. Ciertamente que el reto es avanzar en cuanto a equilibrar la siempre necesaria seguridad nacional y colectiva (en especial frente al desafío ruso) con respecto al pulso de la agenda global del desarrollo, una tarea compleja de lograr.14
6. Consideraciones finales
Cuando en el año 2015 el mundo logró definir la agenda global del desarrollo más amplia y ambiciosa de la historia, tan solo un lustro después, entre el año 2020 y el 2024, sobresalen dos sucesos (uno fortuito y el otro planeado) que afectaron de manera determinante –y en sentido negativo– a su cumplimiento: por un lado, la pandemia causada por el COVID-19, que dejó un escenario de muerte y devastación económica en prácticamente cualquier rincón del planeta. Por el otro lado, la incursión por parte de las fuerzas militares y paramilitares rusas en Ucrania, que, más allá del lamentable contencioso y respectiva afectación humana, natural y de infraestructura, arroja, entre muchos otros efectos, serias alteraciones a los mercados mundiales de productos alimentarios, energía, minerales y fertilizantes. Este escenario bélico, va más allá de una contienda bilateral, en virtud de que afecta la por sí débil estabilidad económica mundial y, sobre todo, el mercado mundial de productos agroalimentarios, del cual dependen tanto en la ingesta como en los ingresos, miles de millones de personas. De forma adicional, este conflicto al cual es menester añadir el holocausto israelí en Palestina y su intervención en Líbano, fragmenta –aún más– al sistema internacional en su conjunto en cuanto a la manera de gestionar esta crisis, lastimando al multilateralismo, regionalismo, birregionalismo, etc., en varios sentidos, en virtud del crispado posicionamiento de los países del orbe de cara a esta compleja situación, ya sea en pro de Occidente, a favor de Moscú o en búsqueda de nuevas directrices para la conducción del mundo.
En cuanto a la pandemia, la colaboración entre distintos actores de amplia naturaleza en el mundo también “se viralizó”, y consiguió adaptar sus estructuras, capacidades y presupuestos en torno a este prioritario asunto, como no podría ser de otra manera. Esto hizo que durante los tiempos más álgidos de propagación del COVID-19, el tema central del enigmático libro del diplomático chileno Hernán Santa Cruz, Cooperar o perecer; el dilema de la comunidad mundial (1984), 15 fuese más vigente que nunca.
Ciertamente la historia sobre el vínculo entre cooperación internacional para el desarrollo y vacunas vs COVID-19 va más allá del anecdotario oficial, en exclusiva exitoso. Esto en razón de que la lógica de la colaboración alrededor de este asunto, al amparo de la diplomacia de las vacunas, tuvo como criterios de asignación, no solo elementos humanitarios o médicos, de perfil redistributivo, sino que también se basó en fundamentos políticos, geoestratégicos e ideológicos, de corte selectivo. En otras palabras, la provisión de las vacunas tuvo un fuerte arraigo nacionalista por parte de los productores y proveedores, lo que se materializó en criterios geopolíticos, que replicó la desigual estructura del poder global de tendencia concentradora, mediante las tradicionales disputas del mundo entre las principales potencias, en donde Estados Unidos, China, Rusia y la Unión Europea son los ejemplos más destacados (Malacalza y Fagaburu, 2022). El referido esquema, que no opaca ejercicios genuinamente solidarios, se expresó también en menor medida en el denominado Sur Global, con proveedores como Argentina (quien donó más de cuatro millones de dosis) y México (que ofreció 2,5 millones), por señalar los dos ejemplos más relevantes en Latinoamérica.16
En conclusión, la securitización de la agenda global en lo general y del desarrollo en lo particular, como ha ocurrido en épocas pasadas, impide la generación de suficientes bienes públicos globales, tal y como en esencia pretende lograr la Agenda 2030 en su conjunto y, en particular, los ODS, dado que la concepción clásica o estrecha de la seguridad concentra y discrimina temas y beneficiarios en función del interés nacional del proveedor en cuestión.
Entre la marejada de fondos relacionados con hostilidades, Ucrania logra el primer lugar, con más de 100 000 millones de dólares de ayuda militar y económica para enfrentar el desafío desatado por Rusia. De estos montos, al menos 106 000 mil millones provienen exclusivamente de Estados Unidos (lo que, por cierto, demuestra, una vez más, que la seguridad europea depende, en demasía, del Pentágono).
En este tenor, los conflictos en Oriente Próximo, como consecuencia de la compleja situación en Gaza que inició a inicios de octubre del 2023, no hace más que atizar un entorno de securitización en la región, en donde, de nueva cuenta, el desarrollo de los civiles palestinos se sacrifica frente a la seguridad del Estado de Israel. En este sentido, la ayuda militar y económica liberada por el Congreso estadounidense a finales de abril de 2024 por 61,000 millones de dólares para Ucrania, de 26 000 millones de dólares para Israel y de 8000 millones de dólares con destino a Taiwán, componen, la muestra más reciente y fehaciente de la propensión de la securitización de la agenda global por encima del desarrollo.
No deja de resultar sorprendente que desde 2022 a la fecha, Ucrania ha recibido alrededor de 330 000 millones de ayuda externa por parte de países occidentales, de los cuales 155 000 millones es ayuda militar, 152 000 es colaboración financiera y 23 000 millones comprende asistencia humanitaria. Mientras tanto, en el rubro de la cooperación para el desarrollo, durante el año 2023, la AOD total para los países del Sur y organismos multilaterales alcanzó los 223 000 millones de dólares.
Frente a la próxima presidencia de Trump en Estados Unidos, es posible que su gobierno reoriente su ayuda militar de Ucrania a Israel, lo que significará mayor militarización en esa región, en especial en detrimento de la seguridad y derechos humanos de palestinos y libaneses.
En definitiva, mientras que se acrecienta el deterioro de las condiciones que sustentan la vida en el planeta en sus distintas dimensiones, y a pesar de que existen, por consenso, marcos referenciales de actuación para trabajar de forma colectiva en función de estas, enmarcadas en la Agenda 2030 y sus ODS, las prioridades de diversos países del Norte y del Sur, al priorizar criterios nacionalistas, geopolíticos y con base en “su” seguridad, reducen el potencial de la Cooperación Internacional para el Desarrollo como medio para avanzar a favor las metas mundiales convenidas en el año 2015.
Por lo tanto, como se argumenta en este artículo, del 2020 al 2024, la agenda global del desarrollo se encuentra inmersa en una encrucijada, lo cual permite corroborar la hipótesis de esta investigación. Esto se sustenta debido a que las acciones más apremiantes de la agenda global durante este periodo viran entre ejercicios colectivos a favor de beneficios mundiales en donde sobresale la Cumbre del Futuro, aunque también, en acciones de colaboración enfrascadas en la lógica política, como la diplomacia de las vacunas y de la securitización, mismas que priorizan el otorgamiento de apoyos económicos y ayuda militar hacia destinos vitales respecto a los intereses de las grandes potencias, en donde Ucrania ocupa el lugar central, dejando atrás otros focos rojos en materia de seguridad humana como Palestina, Sudán, etc.
La resultante más sobresaliente de esos sucesos que se presentaron del 2020 al 2024; trienio que pasará a la historia como un complejo periodo de emergencia global, es la afectación de la voluntad política y, en consecuencia, de la reducción de los medios necesarios para atender compromisos más amplios y holísticos, que abarquen a la humanidad entera y a sus ecosistemas, como los ODS, tal y como lo sustentan los informes de Naciones Unidas a este respecto.
Para afrontar a esta situación, el reto consiste en avanzar en cuanto a equilibrar la siempre necesaria seguridad nacional y colectiva y que aterricen en el amplio precepto de seguridad humana,17 en particular frente al desafío ruso y, más recientemente israelí, con respecto a los compromisos que le dan sustento a la agenda global del desarrollo. Se trata, sin duda, de una tarea ciertamente compleja de lograr, pero que en los siguientes años debe avanzar, a efecto de acercarnos con mayor certeza a los compromisos pactados en 2015, cuya vigencia concluye en el cada vez más cercano año, 2030.
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1 Una revisión del 2008 al 2015 sobre el estado de la agenda global del desarrollo, entendida como el conjunto de acuerdos y acciones vía cooperación internacional por parte de la comunidad mundial para lograr beneficios en pro de comunidades y ecosistemas en el planeta, cuyos principales –más no únicos– referentes se encumbran en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, se encuentra en Prado (2015), así como en diversos artículos de este autor editados en la Revista de Desarrollo y Cooperación hasta el año 2020. Este artículo tiene la intención de dar seguimiento a esta línea de investigación.
2 Covax es una iniciativa creada en el año 2020 que pretende el acceso equitativo a las vacunas contra el Covid-19 conformada por diversas instancias, públicas y privadas, dedicadas al suministro, vía donación, de otras vacunas, tales como Gavi, Vaccine Alliance, Coalition for Epidemic Preparedness Innovations y la OMS. El objetivo de esta Iniciativa fue dotar de 2000 millones de vacunas al mundo, ya sea vía donación o a través de precios exequibles, logrando conseguir más del 90% de la meta programada. Un interesante análisis sobre la eficacia de la Iniciativa Covax para enfrentar la pandemia se encuentra en Rada y Funez (2021).
3 Al respecto, no olvidar que el 7 de julio de 2020, es decir, durante el epicentro de la pandemia, por decisión del entonces presidente Donald Trump, Estados Unidos se retiró de la OMS, lo que desde luego debilitó al organismo mundial encargado de contribuir a la atención sanitaria de la humanidad, aunque es cierto también que ello motivó a otros países (como la propia China y a la Fundación y Belinda Gates –segundo donante mundial a dicho organismo–) a aumentar sus apoyos a la referida institución con sede en Ginebra .
4 La primera invasión rusa a Ucrania sucedió en 2014, cuando las fuerzas de Moscú tomaron posesión, por completo, de la península de Crimea.
5 El precepto de securitización, proveniente de término en inglés, securitization, hace mención del uso de la ayuda externa a favor de la seguridad nacional del proveedor y de sus aliados, por encima del criterio desarrollista del beneficiario (Petrik, 2008; Brown, Grävingholt & Raddatz, 2016). Este suceso ha tenido auge en distintos momentos de la historia mundial como la guerra fría, los atentados terroristas en el año 2001 y, como ocurre en la actualidad, de cara a la invasión de Rusia en Ucrania.
6 Y, por ende, en ningún sentido equiparable a la ayuda militar.
7 Que se estructuran mediante el Comité de Asistencia para el Desarrollo, instancia adscrita a la OCDE.
8 Mismos que son analizados mediante, por un lado, el Liberalismo Institucional (que hace énfasis en las normas e instituciones formales e informales que incentivan colaboración entre actores internacionales) y el Constructivismo (que sostiene la existencia de una obligación moral para ofrecer ayuda externa). En todo caso, sin agotar la vigencia de ambas escuelas teóricas como elementos analíticos útiles para revisar la agenda global del desarrollo en este trienio, como se sostiene arriba, dadas las condiciones imperantes, el realismo es la matriz teórica que mejor se adapta para comprender los sucesos más definitorios en el tema en cuestión durante el de tiempo que comprende este estudio.
9 El fruto de los esfuerzos multilaterales a favor de cánones consensuados de desarrollo se compone de la integralidad de tres espacios de negociación: La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (de donde se desprenden los ODS), la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Financiamiento Internacional para el Desarrollo (2015) en Addis Abbeba y la XXI Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 21) de París. Sin pretender olvidar el espectro holístico de este desbordante marco referencial, este artículo, de manera premeditada, abarca aspectos representativos del estado de algunos ODS del 2020 al 2024.
10 El Informe sobre los ODS del año 2019 (previo a la pandemia), no fue precisamente optimista en cuanto al cumplimiento de los propósitos planteados en 2015. Por ejemplo, su contenido hace énfasis en que el cambio climático requería medidas más urgentes por parte de la comunidad internacional, al vislumbrar que, de no reducirse las emisiones de gases de efecto invernadero, el calentamiento global alcanzará los 1,5 grados centígrados en las próximas décadas. Esto suscita otras crisis en distintos sectores afines, como en el alimentario, lo que produce más pobreza y mayores desplazamientos forzados (ONU, 2019). Lamentablemente, se prevé que, en caso de no conseguir avances a este respecto, se superará este margen de temperatura en el año 2027 (The Guardian, May 17th, 2023).
11 Misma que entró en vigor el 22 de julio de 2022, cuya meta es permitir las exportaciones de granos y productos afines desde puertos marítimos de Ucrania; un alentador ejercicio de cooperación que el secretario general de Naciones Unidas ha catalogado como “indispensable”, en cuanto a la seguridad alimentaria mundial se refiere. Ello, por señalar una experiencia positiva, a la luz de que este acuerdo ha permitido al Programa Mundial de Alimentos trasladar alrededor de un millón de toneladas de trigo en apoyo a Afganistán, Etiopía, Kenya, Somalia, Sudán y Yemen, lo que equivale a más del 50% del trigo que ese organismo ofreció al mundo en 2021 y 2022, mientras que en lo que va del 2023, el porcentaje aumentó al 80% (ONU, 11 de julio, 2023). Incluso, países como Líbano, adquiere en Ucrania el 80% del trigo que consume su población. Empero, las ampliaciones de este ejercicio han sido condicionadas de manera constante por el Kremlin, y, como se señaló previamente, aumenta el riesgo del incremento precios en el sector y, en consecuencia, de profundizar la crisis alimentaria que experimenta en el mundo.
12 El concepto de desarrollo depende de la conjunción del contexto histórico, de las teorías en la materia imperantes y de las predilecciones imperantes en países e instituciones internacionales, de lo que resulta una constante evolución de su connotación y estrategias para incentivarlo (no siempre coincidentes). En este sentido, en este artículo el polisémico precepto, con base en el acervo generado mediante el índice de Desarrollo Sostenible del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, cuyo clímax reside en el contenido de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, se entiende como el conjunto de bienes públicos globales que, de manera integral, generan medios adecuados e incluyentes que permiten a personas y ecosistemas cohabitar de manera sostenida, generando satisfactores que permiten afrontar la inequidad internacional e inter Estatal. Un interesante estudio sobre las diferentes concepciones sobre el desarrollo se encuentra en Madureño y Tezanos (2018). Una visión crítica respeto al polémico precepto se encuentre en Rist (2002), quien afirma que el desarrollo se trata en una concepción clásica liberal y occidental, que mediante las directrices de la cooperación internacional para el desarrollo tradicional Norte-Sur e incluso Sur-Sur, se induce a los países subdesarrollados a, en efecto, desarrollarse.
13 Un ejemplo a este respecto es la actual cooperación mexicana hacia Centroamérica y, en específico a El Salvador, Honduras y Guatemala que, en su papel de principales expulsores de migrantes hacia Estados Unidos, tiene una visión asistencialista, contraria a los principios de la Cooperación Sur-Sur, que estipula ejercicios colaborativos horizontales. En este sentido, desde el año 2021 México otorga incentivos económicos mediante transferencias monetarias directas a potenciales migrantes que participan en programas para cultivar árboles frutales y hortalizas, así como dedicados a la capacitación a egresados universitarios, para evitar que decidan trasladarse ilegalmente a Norteamérica. Sin embargo, esta cooperación es estrecha y cortoplacista, con reducido margen de sostenibilidad, dado que depende al 100% del recurso mexicano (su duración no supera los nueve meses), cuyas acciones no incluyen a otros países ni abarcan importantes aspectos estructurales del desarrollo, como el ambiental, la seguridad, la educación, los derechos humanos, la equidad de género, la salud, etc.; es decir, carecen de una visión integral del desarrollo, en contrasentido respecto a los ODS, dado que el fin inmediato –y urgente– es reducir la migración por solicitud y presión desde Washington D.C.; aspiración compleja que no se consigue mediante apuestas asistencialistas de visión de túnel y corto plazo como la mencionada. Para una visión más amplia a este respecto, veáse Prado y Crivelli (2022).
14 Frente al reforzamiento del precepto clásico y restrictivo de seguridad, se coincide con Milani en cuanto a que su concepto “debe ser ampliado: de seguridad nacional a seguridad colectiva, de seguridad colectiva a seguridad humana”. De esta forma, como señala el analista brasileño, “… la solidaridad sería un corolario de la expansión de la seguridad y, al mismo tiempo, debería convertirse en un factor de limitación de soberanía nacional. según esta misma lectura, la justificación política de la CID basada en la solidaridad llevaría a que la soberanía rime más con la responsabilidad (nacional y colectiva) y menos con la defensa de los intereses nacionales” (Milani, 2023, p. 339).
15 Quien, en su magna obra, relata la compleja construcción de los cimientos (con sus éxitos y fracasos) de Naciones Unidas en sus primeros años de existencia.
16 Suceso que, como se reitera en este texto, al amparo de la diplomacia de las vacunas, puede interpretarse como el costo inherente al liderazgo mexicano y argentino a nivel regional, dado que, México y Argentina presidieron la CELAC (2020-2021 y 2022, respectivamente). Este suceso coincidió con el momentáneo retiro de Brasil del mecanismo y de varios escenarios internacionales; ocasión que posiblemente motivó aún más a Ciudad de México y Buenos Aires en su determinación por erigirse como líderes-oferentes latinoamericanos y caribeños, de forma coincidente con la presidencia pro tempore que, de forma coordinada, ambos ejercieron.
17 Las variantes del precepto de seguridad que se han trasladado desde su concepción rígida a la abierta es un tema de constante debate y complejo aterrizaje. De ahí que “La seguridad humana postula la interconexión entre problemas distintos que anteriormente eran considerados por separado, por ejemplo, las violaciones a los derechos humanos y la violencia armada; las epidemias y pandemias y las migraciones; la pobreza y el desarrollo sustentable, el calentamiento global y el hambre, etc., llegando a la conclusión de que no se podrá llegar a una situación satisfactoria de ninguno de estos desafíos en lo individual, sino que hace falta una visión de conjunto, dado que los problemas complejos demandan soluciones complejas”(Rosas, 2020, p. 42); tal y como el precepto de no silos de los ODS y el espíritu de integralidad de la Agenda 2030 postulan.