Abstract
“La violencia no es una entidad ontológica: es una
acusación […] la legitimación de la violencia hace que ésta
resulte invisible; por ejemplo, un acto de agresión física
realizado en defensa propia no es percibido como violento.
Cuando la violencia es visible o, más exactamente, cuando
es pronunciable recibe la acusación de ilegitimidad. Ésta es
la razón que hace que la violencia constituya un rasgo que
caracteriza al otro; forma parte de la enajenación del otro”.
(Renzo Taddei, 2016, p.17)
La revista Criterios, Cuadernos de Ciencias Jurídicas y Política Internacional, presenta su ejemplar número veintiséis, en el que desarrolla un marco de análisis en relación con dos líneas temáticas de gran envergadura y pertinencia, ambas, estrechamente vinculadas con las dinámicas sociales y las relaciones de poder entre la sociedad civil y la fuerza pública, mediadas a través de un escenario de disputas, desencadenamiento de conflictividades y el uso de la violencia como un mecanismo de pacificación, ese espacio de interlocución y efervescencia, no es otro que la protesta social. En ese sentido, la protesta social en los años recientes para el caso de Colombia se ha configurado como una instancia para tramitar el resquemor, malestar y la disensión por parte de uno o varios sectores de la sociedad ante los direccionamientos políticos y económicos gubernamentales, -como el lugar aciago que ostenta Colombia cuando se examinan los resultados de los últimos años del Indicador de Gini publicado por el Banco Mundial y paralelamente otros estudios sobre inequidad socioeconómica como el Índice de Desarrollo Regional para Latinoamérica, el cual ubica a Colombia como el país más desigual de América Latina en el 2020, -o el caso de la alarmante situación en materia de los Derechos Humanos...(los invitamos a consultar la versión completa en pdf)